Rescatar el uso del alga lamilla como un eficaz y potente fertilizante para la producción agrícola, fue el objetivo de un proyecto que puso en valor esta tradicional práctica que se desarrollaba ancestralmente en la isla de Chiloé, y que hoy busca obtener un producto de valor comercial de la mano de su validación cultural y agronómica en la comunidad indígena Lauquen Mapu de Catruman.
Esta antiquísima tradición consiste en recolectar y transportar el alga lamilla que queda descubierta durante las bajas mareas, hasta las siembras de papa para mejorar la plantación. Y hoy, producto del auge de la agricultura orgánica, esta labor cotidiana de las comunidades huilliches ha cobrado una especial valoración.
“La extracción y uso del alga lamilla en la península de Lacuy, en Ancud, constituye una práctica ancestral del pueblo huilliche”, explica el antropólogo Deín Portela, coordinador de la iniciativa. “Según relatos locales, se valían del uso de dicha alga para el cultivo de papa, dando una producción abundante y de calidad. Con los años se reemplazó por fertilizantes químicos, sin embargo las propias familias huilliches advirtieron que la tierra se volvió menos productiva, además de la pérdida de prácticas de trabajo colectivo con recursos locales, como la minga o mingaco. Todos elementos que dan cuenta del ser huilliche y de la relación con el entorno desde su patrimonio cultural y ambiental”, sostiene.
El proyecto es una de las iniciativas apoyadas por la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) en el marco de su línea de rescate y valorización del patrimonio agrario, agroalimentario y forestal de Chile, logrando importantes avances en la puesta en valor de los saberes y prácticas asociadas al uso de la lamilla y otras algas, a través de acciones tan diversas acciones como ensayos agrícolas en terreno y laboratorio, la difusión del proceso por medio de un documental audiovisual de gran factura, y la posterior comercialización del producto.
Para el representante zonal sur de FIA, Claudio Soler, esta iniciativa conjuga dos aspectos importantes. “Por un lado estamos rescatando y poniendo en valor una práctica patrimonial de este territorio, que se ha traspasado por años y, además, se está dando origen a un producto orgánico y sustentable que funciona como un excelente fertilizante”.
Producto con identidad huilliche
Para investigar agronómicamente el potencial de la lamilla como biofertilizante, se buscó determinar las formas y dosis óptimas de aplicación de lamilla fresca y en compost, comparando sus efectos con aquellos producidos por la fertilización inorgánica basada en análisis de suelo, arrojando excelentes resultados.
Las aplicaciones se realizaron al momento de la siembra, y las dosis de lamilla y compost a probar fueron definidas en base a los resultados de caracterizaciones previas. Además se determinaron los costos asociados a la fertilización en los distintos tratamientos, a fin de comparar su rentabilidad o eficiencia en términos económicos.
Un aspecto importante, es que se propone la inscripción del proceso de biofertilización con lamilla a través sello SIPAM, marca de certificación que busca distinguir productos tradicionales de la isla de Chiloé que cumplen con un conjunto de normas para su elaboración.
El siguiente paso es diseñar una estrategia de marketing para difundir las bondades de este biofertilizante y activar su utilización, “destacando el saber étnico, cultural y ancestral de la comunidad indígena Lauquen Mapu de Catruman, que sin duda le imprime un particular valor al producto”, destaca Claudio Soler.