Por: Paz Hurtado
Académica carrera Ingeniería Civil
Universidad San Sebastián
En tiempos actuales es habitual escuchar desde todas las fuentes de información que “vivimos en una época de cambios”. Si bien, es cierto que la sociedad progresa/avanza y que las conciencias se abren o cambian, aún queda mucho trabajo por hacer especialmente en términos de igualdad, oportunidades y género. Aunque suene un poco lamentable, Chile no es ajeno a ésta temática. Sin realizar ningún análisis exhaustivo, es posible localizar numerosas brechas en materias de equidad de género, liderazgo y empoderamiento femenino en numerosos sectores, destacándose las desigualdades en el área de Ciencia, Ingeniería y Tecnología.
En cifras, de acuerdo al estudio “Realidad nacional en formación y promoción de mujeres científicas en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas” (CONICYT–Isónoma, 2016), si bien, la participación femenina en Educación Superior ha aumentado paulatinamente durante los últimos años, llegando a más del 52% de las matrículas del sistema de Ed. Superior en el año 2015, existen diferencias significativas de género en materias de participación y formación femenina en carreras científicas, destacándose una “Inequidad Horizontal”, i.e. una baja participación de mujeres en las disciplinas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas y una “Inequidad Vertical”, i.e. una disminución en la participación de mujeres a medida que avanza la carrera de investigador y por consecuente, una menor presencia en puestos de mayor liderazgo científico. Las razones que fundamentan este tipo de inequidad pueden ser múltiples y variadas. A priori, es sabido que, de acuerdo a diversos estudios internacionales, no existen mayores diferencias cognitivas entre hombres y mujeres y, por lo tanto, la baja representación del género femenino en materias del área científica puede obedecer a patrones de desigualdad que se escapan de éstas disciplinas. De hecho, de acuerdo a éste estudio, cito: “existen otros factores como el compromiso, las creencias personales, la confianza en sus propias habilidades y factores motivacionales, que, reforzados en el contexto social y cultural, parecen influir en el desempeño de niñas en pruebas estandarizadas de modo que aumenta la brecha entre niños y niñas en la medida que avanza su edad”.
Conforme a este contexto, existen numerosas investigaciones que han demostrado que los estereotipos o patrones sociales y culturales, pueden afectar y condicionar las metas y aspiraciones profesionales de las personas. Respecto a la disparidad de género, el estereotipo “los hombres son mejores que las mujeres en las carreras STEM” (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Matemáticas), puede perjudicar el rendimiento de las mujeres, así como provocar que el género femenino muestre desinterés en estos campos de estudio. De hecho, un estudio publicado por la revista Science en el 2017, “Gender stereotypes about intellectual ability emerge early and influence children’s interests”, encontró que, de acuerdo a las mediciones de comportamiento realizadas a niños y niñas entre 5 a 7 años, las niñas a temprana edad (6-7 años) han interiorizado los patrones de estereotipo de género en términos de “inteligencia”. De hecho, las niñas de esa edad, desestimaron asociar la “brillantez” al género femenino además de decidir evitar participar en actividades que fueron etiquetadas para “niños muy inteligentes”.
Sin lugar a dudas, los antecedentes mencionados anteriormente muestran un panorama desalentador si el objetivo es avanzar hacia la equidad de género. El resultado a posteriori es el hecho estadístico de que el género femenino tiene menor representación en las disciplinas relacionadas al área tecnológica y científica. Desafortunadamente y como se mencionó en la antesala, Chile está muy por debajo de los indicadores de equidad relativos al género en ciencia y tecnología en relación a los demás países de la región. De acuerdo a la UNESCO (2015), entre 20 países de América Latina que reportaron cifras de participación femenina en actividades científicas y tecnológicas, 5 de ellos lograron paridad de género, mientras que nuestro país, sólo cuenta con un 32% de participación de mujeres en el área científica-tecnológica. En otras palabras, aún queda mucho trabajo por hacer. No obstante, a pesar de las brechas de género, me parece oportuno destacar el trabajo de cientos de mujeres chilenas vinculadas al área de la ciencia y tecnología, como María Teresa Ruiz, Astrónoma Chilena, Premio Nacional de Ciencias Exactas 1997 y Premio L’Oréal-UNESCO a Mujeres en Ciencia 2017; Millarca Valenzuela (Asteroide 11819, Millarca), Geóloga Chilena y experta en Meteoritos; Carolina Agurto. Karina Rojas y Javiera Rey, Astrónomas Chilenas y estudiantes de Doctorado en Astrofísica, dedicadas a la Divulgación Científica y Astronómica (Star Tres), entre muchas mujeres más.
Hago un llamado entonces a eliminar las brechas de género y a derribar los estereotipos sociales y culturales que sostienen estas barreras. A través de éste llamado, también hago la invitación a mujeres de todas las edades, niñas, adolescentes y madres a acercarse y “perderle el miedo” a la ciencia. Nuestro mundo avanza día a día y a través de la ciencia y tecnología podemos caminar a pasos agigantados. Hagamos que nuestras niñas y mujeres tomen conciencia del rol protagónico de nuestro género en el crecimiento y desarrollo sustentable de nuestra sociedad. Promovamos e inspiremos a cientos de mujeres a participar en éstas áreas, a que sean valientes, a que sean innovadoras. Pero antes de eso, sí o sí, es imperativo que hagamos un compromiso a nivel de País y a nivel de Sociedad de igualar las oportunidades entre hombres y mujeres. Como dijo María Teresa Ruiz en el Congreso Futuro 2018, “Que haya más mujeres en ciencia no es un slogan. Es que aportamos a la ciencia algo único”.