Carlos Delgado Álvarez
Director MZS Agencia de Calidad de la Educación
Hoy existe una valoración de las profesiones basada principalmente en el salario. Esto repercute en las decisiones de los jóvenes y sus familias, pero también en el valor estratégico que tiene el rol del profesional en la sociedad actual. La relación directa entre los ingresos económicos de las personas y el aprecio por la labor, carcome el ethos cultural de la profesión. En el caso de los profesores, carcome también su autoridad frente a los estudiantes como facilitador, transmisor o depositario del conocimiento y de la cultura.
Si bien en los últimos años como país hemos realizado importantes esfuerzos con reformas que han permitido aumentar los ingresos de los profesores, como una forma de reconocimiento a su labor, aún queda mucho camino por delante. En esto la responsabilidad no es totalmente externa, sino que ha existido un relajamiento ante las evidencias de que la falta de valoración social carece de un correlato de reacción desde los propios docentes, ya sea individualmente o como colectivo perteneciente a una profesión relevante para el desarrollo económico, social y cultural de nuestro país.
Siempre he señalado que uno de los factores asociados al mejoramiento de la valoración social de los docentes es el respeto que se les debe tener. Oportunidad que tengo le hago saber a padres y estudiantes, lo significativo que ello es para generar espacios apropiados para una enseñanza de calidad. Un profesor respetado por sus alumnos, por los padres y por toda la comunidad, es un profesor motivado, que se plantea con seguridad en sus conocimientos y estrategias de enseñanza y con confianza en la utilización de sus criterios de evaluación. Un docente respetado posee un valor formativo para todos los miembros de la comunidad escolar.
Si los padres y la comunidad, por distintas razones, descalifican su comportamiento, relativizan su autoridad o dudan de sus conocimientos están transmitiendo a sus niños y jóvenes una visión menospreciativa de su persona y de su labor. Pero obliga a reconocer que un docente lo es siempre: no solo en la sala de clases y el centro educativo, sino que también y especialmente en los espacios públicos. Estoy obligado moral y profesionalmente a tener un estándar superior si quiero me respeten como docente, como profesor y maestro. Los jóvenes son duros cuando les llega el momento de juzgar a sus antiguos docentes y generalmente no coinciden aquellos que buscan el halago fácil y complaciente con el “buen profesor” que recordamos.
La sociedad actual ha invalidado el viejo adagio de que eran compatibles “las virtudes públicas con los vicios privados”. Cada vez la línea que los separa es más débil, por lo que los profesores deben serlo siempre, en la sala y en la calle, como decía Gabriela Mistral.
El reciente informe del BID Profesión: Profesor en América Latina ¿Por qué se perdió el prestigio docente y cómo recuperarlo? nos señala una ruta de cómo mejorar los sistemas educativos a través de la formulación de una estrategia que convierta a la docencia en una carrera atractiva con un prestigio social incuestionable, focalizando los esfuerzos en evidenciar la relevancia de la profesión para la sociedad, en el respeto por el conocimiento adquirido por quienes la ejercen, y en su reflejo con el nivel salarial comparativo con otras profesiones. Como dice Michael Fullan, el incremento del capital profesional es indispensable para ganar en prestigio social y respeto y autoridad profesional.