Botado a la entrada de un cajero automático, a la vista de todos: así terminó la vida de Luis Medina (55), un hombre en situación de calle. Muy pocos conocían su nombre, de dónde era, qué edad tenía. Tal vez partió en silencio. Tal vez gritó, pidiendo ayuda. La realidad es que nadie escuchó nada. ¿Hace falta que los pobres griten para que escuchemos que se están muriendo?
El grito de las personas que viven en la calle, de los jóvenes excluidos de la educación, de las personas con discapacidad que no pueden optar a un trabajo, de los viejos descartados parece inaudible. Y así, sin ser oídos ni vistos, la muerte, severa y triste, en casi cuatro meses de este año ya se ha llevado a cinco personas en situación de calle.
En nuestra región hay más de 29 mil personas viviendo en pobreza extrema. Muchos mueren sin que haya un registro oficial de ellos, como si no hubieran existido. El 84% son hombres, más del 41% presenta problemas de consumo de alcohol y otras drogas. En Chiloé no hay ningún tipo de programa público o privado destinado a resolver de manera permanente problemáticas vinculadas a la condición de calle. Las hospederías son muy necesarias, pero esto tiene que estar acompañado de soluciones reales sostenibles a largo plazo.
Olvidado, sólo la muerte escuchó el grito de Luis en las afueras de un cajero automático. Pocos saben que Luis Medina trabajaba como buzo artesanal, que amaba el océano y queremos que ahora encuentre paz y descanso, lejos de la indiferencia que sufrió durante casi toda su vida.
Daniel Concha Gamboa, Hogar de Cristo.