Natalia Torres
Académica Ingeniería Civil Industrial
Universidad de las Américas
Hace algunos años hablar de “cambio climático” era un tema que podía pasar desapercibido y se veía lejano, sin embargo, de pronto se nos apareció como uno de los principales desafíos de la humanidad, al darnos cuenta de que no hemos sido capaces de poner freno, sino al contrario, seguimos empeorando el lugar donde habitamos, cuando es tarea de todos y todas darle la urgencia que amerita, y tal como señala la joven activista sueca Gretta Thunberg “Esto es blanco o negro. No hay grises cuando se trata de sobrevivir. O continuamos existiendo como civilización o no. Tenemos que cambiar”.
Como humanidad en los últimos 200 años, hemos modificado nuestro planeta más que en toda su existencia, tenemos avances, pero también más emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, derivadas de la actividad humana, que aportan al aumento de la temperatura global, el cual es importante limitar a un máximo de 1,5 grados centígrados, de acuerdo a lo advertido por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC).
¿Y para esto qué se requiere? por supuesto, una sociedad preparada, más sostenible y equitativa; y el esfuerzo también de parte de las organizaciones, que hoy en día deben evolucionar pasando del “producir para rentabilizar” a un producir en el que se integren temáticas ambientales y sociales, con expertos profesionales instalados en ellas, que aporten a estos desafíos y que den el sentido que merece su labor.
Entonces, ¿cuál es el objetivo de todos y todas? ser parte de un trabajo colaborativo en el que logremos mitigar el avance en las variaciones climáticas que hoy en Chile se hacen presente con cambios en los cultivos y en los rendimientos agrícolas, y que estamos constatando en nuestra región, con una prolongada sequía que evidencia un déficit de más del 50% en las precipitaciones y con cerca de 35 mil personas que se siguen abasteciendo de agua por medio de camiones aljibes. Sin duda, el gran desafío para nuestra industria y la comunidad es hacer mayores esfuerzos para hacer más eficiente el uso del agua y minimizar su pérdida, asignándole un valor de pertenencia con la relevancia que ello implica. Ideas como una carretera hídrica son diametralmente opuestas a la necesidad de una adecuada gestión y conservación de nuestras fuentes hídricas, muy por el contrario, la sigue poniendo a disposición de privados y su gestión como una mercancía.
Existen otras alternativas a evaluarse para obtener agua en el norte, tales como, la instalación de plantas desalinizadoras, sobre todo si el uso va a ser para privados. Por otra parte, en nuestra zona, las industrias demandan gran cantidad de energía, y si bien existen organizaciones que se han diversificado, incorporando energías renovables no convencionales, es importante que esta práctica aumente, como también así la gestión de residuos que se realicen, apuntando a reducir, reciclar y reutilizar, antes de enviar a un relleno sanitario. Esto ayuda a enfrentar el cambio climático, y por supuesto, no deja ajenas a las universidades, que también pueden realizar su propia gestión y educar sobre esta temática, que al igual que la equidad de género, es transversal a todos los niveles de nuestra sociedad.
Uno de los mayores impactos ambientales que vivimos es la alteración de nuestra calidad de vida, producto de nosotros mismos.