Dr. Daniel Ernst, hematólogo UC y director médico del Banco Público de Vidacel.
El compromiso del Programa Nacional de Cáncer Infantil (PINDA) es indiscutible y su aporte se traduce en una notable disminución de la mortalidad por cáncer infantil. Sin embargo, se puede ir por más.
Chile realiza menos trasplantes hematopoyéticos (más conocido como de médula ósea) de lo que su población requiere para el tratamiento de cánceres de sangre, que es el más frecuente en niños. Prueba de esto es lo que ocurre a nivel mundial, mientras que en EE.UU. se trasplantan anualmente entre 25 a 30 pacientes por millón de habitantes, en nuestro país solo se realizan entre 4 a 5.
Una de las razones de esto es la dificultad que presenta encontrar a un donante genéticamente compatible. El 30% de los pacientes tiene la fortuna de ser compatible con algún familiar y el resto debe buscar en registros de células madre de cordón umbilical, sangre periférica o médula ósea.
En pacientes pediátricos, la sangre de cordón umbilical es un recurso ideal para este procedimiento. Sin embargo, el único banco público de cordón umbilical en Chile es de Vidacel, el cual recibe bajas donaciones: solo tiene 1.200 muestras almacenadas y para cubrir el requerimiento total del país se necesitan más de 5.000. Por ende, con frecuencia se debe recurrir a bases de datos internacionales y adquirir cordones umbilicales a un alto costo ($30 M), que, si bien la prestación está cubierta por algunos seguros de salud, no lo está por las guías nacionales de patologías AUGE / GES.
Si bien el país ha optimizado notablemente sus indicadores de salud, debemos ir por más. Parte de esto es contar con un banco público de sangre de cordón umbilical que cumpla con la demanda nacional. La evidencia demuestra que esta es una estrategia costo-efectiva (BMT 2017;52) que favorece a un mayor acceso a trasplantes y permite entregar medicina de calidad a toda la población nacional.