José Cabrera Sánchez
Director Instituto de Psicología
UACh, Sede Puerto Montt
Quisiera destacar dos escenas que hemos presenciado durante los últimos días, ambas poco reconfortantes muestras de nuestra “naturaleza humana”. Por un lado, hemos sido testigos del acaparamiento de bienes supuestamente indispensables para enfrentar el riesgo sanitario que comporta el coronavirus, lo que ha tenido por efecto que muchos no puedan disponer de lo que otros adquirieron de forma excesiva e innecesaria. Por otro lado, no deja de sorprender que algunos no respeten la cuarentena: niños que siguen jugando juntos en las plazas, personas que continúan visitando espacios públicos, y lo que es peor, individuos posiblemente contagiados, o derechamente enfermos, que transitan libremente y asisten a actividades sociales sin consciencia de su papel en la propagación de la enfermedad.
Un clásico concepto freudiano, el narcisismo, nos permite comprender en algo estas egoístas conductas. Existir en el mundo como si no hubiera nadie más, o al menos nadie más relevante que nosotros mismos, es una forma de resumir burdamente algo de lo que la idea de Freud intenta transmitir. Más que un concepto que habla de un estado patológico, la idea de narcisismo apunta a destacar cierta inmadurez y fijación a formas iniciales de nuestra vida psíquica y social. Antes de reconocer y aceptar, a regañadientes, que estamos necesariamente vinculados a los otros, nos encontramos bajo el imperio de nuestro narcisismo. Entrar en la vida social, en el complejo mundo de la relación con los otros, implica una renuncia a nuestro deseo de ser únicos, despedirnos de nuestra creencia -algunas veces obscenamente expuesta y otras musitada con algo de vergüenza- de estar por encima de cualquier otro. Salir de tal ilusión no es fácil, pero es necesario.
¿Qué está más allá del narcisismo? Una respuesta posible la encontramos en la idea de comunidad. En el actual escenario lo único que nos pondrá a salvo es una apertura responsable a la relación con los demás. La inmunidad que la ciencia aún no nos brinda, la podemos encontrar en el reconocimiento de la relevancia de los otros, es decir, renunciando a la ilusión, tan egoísta como angustiante, del “sálvese quien pueda”. Justo ahora, en tiempos de encierro y aislamiento, es nuestra consciencia de estar con otros lo que nos puede ayudar.