A través de diversas metáforas, la intelectual destacó las riquezas de las humanidades y sus desafíos a la luz de nuevas tecnologías y de la pandemia.
El Rector Dr. Óscar Galindo se refirió al contexto en el cual la UACh está entregando sus mejores capacidades para continuar su labor con altos estándares de calidad.
La ceremonia contó con interpretación en lengua de señas a cargo de la profesional de UACh Inclusiva, Claudia Arriagada, en tanto que la transmisión televisiva la realizó el área audiovisual de la Escuela de Periodismo.
Vea video de transmisión de la ceremonia.
“Traigo estas dos imágenes, de fuego y de brasas, pequeños fuegos y pequeñas brasas, como lugares de lealtad y de acogida, de hospitalidad y reconocimiento de la existencia de los otros. Traigo estas dos imágenes no como metáforas ya compuestas, sino como metáforas que estamos recién componiendo, porque estamos en una gran penuria y de esa penuria estamos tratándonos de recomponer. Las traigo a manera de esperanza y a manera de tarea común, de anhelo común. Con todos los defectos de estas palabras, quisiera dejarles la verdad del deseo de un calor común, una construcción de comunidades, partiendo de lo más primitivo y básico, que es el apego y el cuidado entre nosotros”.
Fue parte del esperanzador mensaje que entregó la destacada intelectual Adriana Valdés Budge durante la clase magistral “¿Nada nuevo bajo el sol? Otras metáforas para las humanidades de hoy”, que se realizó la mañana de este martes 23 de junio, en el marco de la inauguración del Año Académico 2020 en la Universidad Austral de Chile. Este acto se llevó a cabo por primera vez en la historia institucional de manera no presencial y con transmisión simultánea en las cuentas de redes sociales de la UACh, Sede Puerto Montt y Campus Patagonia en Coyhaique. La idea fue continuar con una tradición que ha perdurado en el tiempo, cuya génesis se produjo en marzo de 1955 para dar inicio las actividades académicas tras la fundación de esta casa de estudios en 1954.
Calidad y contexto internacional
La ceremonia comenzó con el Himno Universitario a cargo del Coro UACh, el que fue grabado especialmente para esta ocasión, bajo la supervisión de su directora, Dra. Hingrid Kujawinski y con la interpretación en lengua de señas efectuada por Bárbara Herreros, de la Sede Puerto Montt.
Luego se dio paso a la bienvenida y las palabras del Rector, Dr. Óscar Galindo, quien, junto con recordar que está cumpliendo el centenario del natalicio de Luis Oyarzún –figura de gran relevancia en nuestra casa de estudios-, describió a Adriana Valdés como una “fina ensayista y aguda intelectual” quien “desde hace mucho tiempo ha venido reflexionando sobre el rol de las humanidades en contemporaneidad y tal vez nada sea nada más necesario en estos días que esa reflexión”.
En su discurso, el Rector mencionó al reciente informe del Instituto Internacional para la Educación Superior en América Latina y El Caribe de la UNESCO titulado “COVID-19 y educación superior: de los efectos inmediatos al día después”, el cual señala que “casi de la noche a la mañana las escuelas y universidades de todo el mundo cerraron sus puertas, afectando a 1.570 millones de estudiantes en 191 países. Las estimaciones de UNESCO muestran que el cierre temporal afecta en nuestro contexto a unos 23,4 millones de estudiantes de educación superior y a 1,4 millones de docentes en América Latina y El Caribe. Esto representa aproximadamente el 98% de la población de estudiantes y profesores de educación superior de la región”.
La autoridad UACh sostuvo que “aún no dimensionamos del todo las consecuencias que tendrá en el conjunto del sistema de educación superior, pero con toda seguridad afectará a las instituciones y, por ende, a las comunidades universitarias. Por ello es tan importante hacer todos los esfuerzos por mantener activas, generosas y creativas a las universidades y a la institucionalidad de educación superior”.
En sus palabras, también se refirió a lo que ha estado realizando la UACh para abordar la conectividad, pero también el complejo tema de hacer adecuaciones curriculares, establecer orientaciones pedagógicas para este contexto y generar una serie de medidas de flexibilidad académica para las y los estudiantes. “La calidad es el gran desafío. Generar las condiciones para que en este contexto se produzcan aprendizajes significativos. Estoy seguro de que el solo hecho de participar de este nuevo modo de trabajo es ya una experiencia vitalmente significativa. Pero se trata además de que las actividades que realizamos de manera remota contribuyan a la formación personal y profesional de nuestros estudiantes”.
Además de destacar los esfuerzos para continuar con la docencia, investigación, vinculación con el medio, proceso de autoevaluación y acreditación institucional, planificación estratégica y construcción de nueva infraestructura, el Rector explicó que, respecto al regreso a las actividades presenciales, “tenemos poca claridad hoy día. Sabemos más del cómo. Lo más razonable en este escenario es trabajar considerando la contingencia y tratar de hacerlo bien, con calidad y compromiso, fortaleciendo la transparencia y el diálogo sincero entre todos los actores de la comunidad universitaria”.
A continuación, interpretó una pieza musical el destacado pianista y académico del Conservatorio de Música UACh, Armands Abols.
Otras metáforas para las humanidades de hoy
Este año la clase magistral estuvo a cargo de la destacada ensayista, directora de la Academia Chilena de la Lengua y presidenta del Instituto de Chile, Adriana Valdés. “Me parece que lo mejor de las humanidades está en todo. Me conmueve que los médicos recuerden hoy lo primero de su profesión, el juramento hipocrático, que viene directamente de los estudios clásicos y de las humanidades: de algo que fue válido en la antigua Grecia y es válido ahora en los discursos con que los equipos médicos se animan para enfrentar el sufrimiento y la catástrofe. Un lenguaje de lo humano, de las humanidades, que es hoy el lenguaje de la primera línea, de la primera misión. Este presente que vivimos actualiza una experiencia que está en la base de las humanidades”.
Agregó que “la imagen clásica de las humanidades –me dirán ustedes con toda razón– no es la de una cueva de ladrones cruzada con una biblioteca de Babel. La imagen clásica tiene una luz pareja y cenital; tiene columnas solemnes, tiene un mapa que nos lleva de sala en sala para pedir un escrito o para mirar una imagen, en orden y bien clasificados. La imagen clásica es simétrica, ama las clasificaciones y el orden, y sobre todo, abomina de los rincones sin luz y posiblemente con algo de suciedad, la que se deposita ahí a pesar de los esfuerzos del personal de limpieza. Hay muchísimos de estos espacios, todas las sociedades occidentales los han construido”.
No obstante, mostró sus sombras. “Si las miramos desde la perspectiva de la economía o de la burocracia, la imagen poderosa desaparece, y las humanidades se encuentran acorraladas en los presupuestos y en las normas internacionales acerca de ‘rendimiento’, deslizándose hacia abajo en unas balsas de la Medusa, asiéndose como pueden a los restos de un naufragio”, indicó.
También abordó el impacto de los cambios tecnológicos, desde Gutenberg a Steve Jobs. A su juicio, “ahora vemos a nuestros niños, y en sus ojos no está esa mirada recta y voraz que vimos en el retrato de Samuel Johnson. Sus ojos bailan de un símbolo a otro en una pantalla iluminada. Nos lamentamos, en general. Consideramos que han perdido facultades. Rara vez pensamos en las facultades que están ganando”.
En su clase magistral Adriana Valdés igualmente planteó una interesante pregunta: ¿Qué podría tener que ver la novela moderna o el retrato pictórico de un burgués con los derechos humanos? “Bueno, la imaginación; la proyección subjetiva; la identificación con el otro que se produce, por ejemplo, en la lectura de buenas novelas; la idea de que los retratos o las historias de personas comunes tienen una vida valiosa, más allá de si son o no de la realeza, si son o no mitos. En esos tiempos, lo que hoy llamaríamos empatía, el reconocimiento de una común humanidad, más allá de las creencias, las etnias, las clases sociales y cuanto nos divide, que no es poco. Los derechos humanos se basan en reconocer, y no solo en forma abstracta, la humanidad del otro”.