Columna de opinión: Dr. Gonzalo Tampier – Dr. Cristian Cifuentes – Instituto de Ciencias Navales y Marítimas FCI -UACh
El reciente hundimiento del Centro de salmonicultor “Caicura”, ubicado en el Seno del Reloncaví, hace más evidente que nunca la urgente necesidad de crear un marco normativo que regule el diseño, la instalación, mantención y desmantelamiento de estos sistemas, a fin de reducir el riesgo de estas operaciones en las complejas condiciones ambientales y operacionales de la zona sur-austral de nuestro país.
No cabe duda que la primera prioridad debe estar siempre en la protección del medioambiente, ámbito en el cual debemos reconocer que en los últimos 13 años -desde el advenimiento del virus ISA- se han logrado importantes avances, aunque aún queda mucho camino por recorrer. Por otro lado, en el ámbito de la prevención de escape de peces, relacionado directamente con la regulación de las estructuras de cultivo, se observan muy pocos cambios en igual período.
En Chile, la regulación de estas estructuras denominadas balsas-jaula, sigue en un estado mínimo de desarrollo y ninguna de las regulaciones existentes establece, por ejemplo, las condiciones mínimas de flotación, las características mecánicas requeridas en sus estructuras y sistemas de fondeo o los profesionales habilitados para desarrollar estos proyectos de ingeniería.
En la historia marítima, son muchas veces lamentables sucesos como un hundimiento los que llevan a introducir mejoras en la regulación. El hundimiento del Titanic en 1912, por ejemplo, marcó el inicio de SOLAS, hoy considerado como el tratado internacional más relevante para la protección de la vida humana en el mar. Otro ejemplo es el derrame del Exxon Valdez en 1989, que marcó el inicio de una profunda revisión del convenio MARPOL que hoy obliga a toda embarcación petrolera a ser construida con un doble casco. En el tema acuícola, la principal motivación detrás de la regulación noruega atingente a sistemas de cultivo de peces, estuvo en la prevención de escapes por su posible impacto en el medio marino. Ejemplos hay muchos, y todos tienen una cosa en común: el genuino interés por aprender de este tipo de incidentes.
Estos acontecimientos no sólo impulsan el desarrollo de nuevas normativas. El encuentro de distintos actores del ámbito público y privado, de la sociedad y de la academia, nos permite buscar soluciones para el futuro, y sobre todo, nos permiten recuperar confianzas y establecer vías expeditas de comunicación. También se abren espacios para plantear el uso de nuevas tecnologías de monitoreo o proponer la creación de entes certificadores que velen por el cumplimiento de normativas creadas en conjunto con todos los actores involucrados. ¿Acaso no da confianza ese sello pegado en su calefont/cocina a gas/electrodoméstico que dice que Ud. tiene instalado en su casa un producto seguro? Ese sello corresponde a un ente certificador, en el que Ud. y el fabricante del aparato han depositado su confianza.
En el caso de Caicura, aún es temprano para apresurar conclusiones acerca de las causas del hundimiento. No obstante, sí estamos en condiciones de hacernos algunas preguntas:
Si todo proyecto de embarcación o artefacto flotante debe ser inscrito ante la Autoridad Marítima y sus planos estructurales deben ir firmados por un profesional competente; si toda embarcación o artefacto flotante debe cumplir con una cierta reserva de flotabilidad y debe demostrarlo mediante diversos cálculos; y si toda embarcación o artefacto flotante debe ser revisada periódicamente por la Autoridad Marítima. ¿Por qué una balsa-jaula no debe hacerlo? La respuesta válida desde un punto de vista legal lamentablemente es simple: porque no son consideradas ni como embarcaciones ni como artefactos flotantes, sino a lo sumo equivalentes a una demarcación marítima o – en otras palabras – a una simple boya.
Se hundió una boya en Caicura. ¿Sería esta una noticia de relevancia nacional que causa preocupación en amplios sectores de la sociedad?
Sin duda, estamos ante un importante desafío, aún más grande si consideramos el cambio climático y el potencial desarrollo de la actividad acuícola en zonas más alejadas de la costa, con condiciones ambientales sin duda más adversas que las que se enfrentan en la actualidad.