Fernando Cruz
Escritor y sociólogo
Durante el docureality trash en el que se transformó la elección estadounidense, una conocida periodista chilena reporteó uno de los últimos actos de campaña de Donald Trump. Entre los gritos, mensajes religiosos y la casi total ausencia de mascarillas, algunos asistentes hablaron. «El presidente Trump dice las cosas como son», se repetía, con una u otra fórmula. Trump, según ellos, decía la verdad, lo que todos pensaban y que no se atrevían o no tenían la plataforma ni la protección legal para hacer.
Y eso nos lleva a hacer algunas aclaraciones. Decir las cosas como son obliga a que, en primer lugar, las cosas sean. Es decir, debe existir un grupo mayoritario de personas que sientan que su realidad es abusiva y precaria, además de inalterable. Se debe incubar una rabia respecto a la injusticia de su situación que no sea canalizada por la clase política, que actúa ensimismada y sorda a esas sensaciones por considerarlas vulgares y poco convenientes para sus intereses.
La habilidad de Trump ha sido encarnar esa rabia. Él es un hombre enojado. Blanco, heterosexual y millonario, sí, pero capaz de sintonizar con esa rabia y utilizarla.
Usar: un verbo clave en este fenómeno. Vampirizar un partido hasta transformarlo en una mera herramienta para presentar candidaturas a dedo, obligando a figuras moderadas a replegarse, someterse o exiliarse. Votar para expulsar, forzar a los adversarios a transformarse en enemigos y como tales, sufrir las consecuencias de la rabia. Finalmente, limitar las ideas políticas a la performance frente a las cámaras, pero a la hora de votar, aliarse con quien sea cuando convenga para alcanzar los fines.
Este tipo de neopopulismo del espectáculo, que dice interpretar los pensamientos ocultos de los ciudadanos a través de performances congresales y amenazas televisivas, ya está en Chile. Últimamente se ha dedicado a mandar a los viejos políticos para la casa, sin ticket de retorno y con cambio de pañales incluido. Es nuestro deber identificar y exponer a este tipo de germen populista, pues representa un verdadero peligro para nuestra democracia.