El Día Mundial de la Salud establecido para conmemorar la constitución de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha tenido el propósito de crear conciencia sobre distintos problemas de salud y contribuir a generar contextos saludables en los países, sumado a crear hábitos sanos en las personas.
Este año, el segundo que vivimos en medio de la crisis sanitaria más devastadora de las últimas décadas, la OMS nos invita a reflexionar sobre la desigualdad en el mundo y su impacto en la salud de las personas.
La exclusión social, las discriminaciones de género o etnia, entre otras, tienen un claro correlato en las condiciones de vida. La desigualdad socioeconómica produce diferencias evitables, por lo tanto, injustas, en la posibilidad de llevar una vida sana. Es cierto que hay factores genéticos que influyen en nuestra condición de salud, pero son aún mucho más gravitantes lo que se ha venido en llamar las “determinantes sociales de la salud”.
Condiciones de saneamiento, de vivienda, empleo, seguridad alimentaria, ambiente limpio y desarrollo urbano, son aspectos que tienen más relación con muchas enfermedades evitables. Estas “determinantes” por lejos impactan más en los resultados sanitarios de los países, que el aporte que efectúan los servicios de atención a la salud. La pandemia por SARS Cov-2, una vez más ha puesto de manifiesto que las consecuencias que ha tenido la pandemia en contagios y fallecidos se relacionan con las condiciones en las que nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen las personas.
Estas reflexiones son importantes de cara a nuestro proceso constituyente, donde será esencial reflejar, que el derecho a la salud es más que asegurar servicios médicos. También es primordial mirar críticamente el papel que la propia OMS ha tenido ante la pandemia y en las capacidades que tiene para aportar a la construcción de un mundo más saludable. Se esperaba que luego del Ébola, la humanidad iba a aprender, fortaleciendo instrumentos como el reglamento sanitario internacional y la capacidad de actuar con sentido de bien común. Lo que observamos con la pandemia, es que el mundo es fuerte para proteger al comercio, pero muy débil para hacerlo con la salud de las personas. Si bien la industria farmacéutica nos asombra con su veloz capacidad de respuesta, también nos espanta en cómo juegan intereses comerciales por sobre la vida humana.
Sin duda que este Día Mundial de la Salud, es oportuno para reflexionar y exigir profundas transformaciones.
Osvaldo Artaza, Decano Facultad de Salud y Ciencias Sociales Universidad de Las Américas