Explotación Sexual de Niñas y Niños: Más cerca de lo que parece
Al conmemorarse el pasado 18 de mayo, el Día Nacional de la Lucha Contra la Explotación Sexual Comercial Infantil, se nos vino a la memoria un estudio realizado en 2011 por el entonces equipo de profesionales del Programa Especializado en Explotación Sexual de Niñas y Niños (PEE), que es parte de la Red Sename y lo ejecuta Fundación Serpaj. Dicho estudio estableció una aproximación a las modalidades de explotación sexual existentes en nuestra región, a 10 años de esa investigación, la realidad no ha cambiado, por el contrario, parece empeorar.
Durante 2020, un total de 889 niñas, niños y adolescentes ingresaron a los diversos programas de la Red Sename en la región, derivados por tribunales como víctimas de algún tipo de delito contra su indemnidad sexual. De ellos, dieciocho lo hicieron por haber experimentado situaciones de explotación sexual, lo que activó los protocolos acciones previstas en Sename para la reparación del daño y la búsqueda de justicia en cada caso.
Cuando se realizó el estudio en 2011, se estableció la existencia de tres formas más recurrentes de explotación sexual: El “Padrinazgo”, en que un adulto simula ser una figura protectora proporcionando alimento, abrigo o incluso afecto a la víctima, para establecer un vínculo de dependencia y aprovechar esto para vulnerarla sexualmente; los “Cabañazos”, que consistían en fiestas privadas, realizadas en cabañas arrendadas para tal efecto, a donde eran llevadas las víctimas y se les inducía al consumo de alcohol y drogas para luego proceder a la explotación; y la tercera modalidad se conoció como “El Lanchazo”, descrito en zonas insulares de la región, en donde adultos utilizaban embarcaciones para trasladar a niñas y adolescentes a zonas apartadas en donde las abusaban sexualmente.
Si bien en nuestra región se ha hecho frecuente hablar de prevención y poner sobre la mesa temas como la explotación sexual comercial, aún falta mucho por hacer. Los riesgos se han diversificado, las modalidades de acercamiento y abordaje a las víctimas han mutado a la utilización de otras herramientas, como los medios digitales, que vulneran cualquier espacio, por privado que sea, incluso nuestros propios hogares.
Hoy más que nunca la primera línea de prevención está en las propias casas. La pandemia y la digitalización de las relaciones sociales, expone a niñas y niños a mayores riesgos de ser reclutados por agresores disfrazados, que por medio de espacios de diversión o un falso afán protector, intentarán seducirlos y reclutarlos al tormentoso y cruel camino de la explotación sexual, una de las peores formas de vulneración de derechos que puede experimentar una niña, niño o adolescente.
Nuestro desafío es y será entonces, como sociedad, reforzar las conductas preventivas, hablar sin tapujos sobre vulneraciones de derechos en la esfera sexual, sus daños, consecuencias y principales formas de manifestación, al tiempo que debemos renovar el compromiso transversal con la protección de la niñez y adolescencia, particularmente contra la explotación sexual.