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El cliché cinematográfico nos muestra al chocolate como el producto estrella de la seducción y el placer. Willy Wonka ofrecía una fábrica de este al más afortunado de los niños y Miranda Hobbes llega a recoger la torta de chocolate que había botado a la basura por no poder resistirse a sus encantos luego de caer en tentación. Pero, ¿es tan real el poder que este alimento puede ejercer sobre las personas? Sobre todo, ahora que se viene el 14 de febrero y sus ventas explotan al ser considerado el regalo perfecto para el amor.
El consumo de chocolate comienza con los Mayas. Era el emperador Moctezuma el que gustaba consumir una bebida preparada en base a las semillas de cacao fermentadas, tostadas y molidas, las que iban mezcladas con agua caliente, canela y pimienta. De ahí que se le llamó “la comida de los dioses”. Luego, con la conquista española, estos llevan el producto a Europa en donde durante mucho tiempo se le consideró un alimento medicinal y exclusivo de las clases más ricas. Recién entre los siglos XIX y XX es que se crean las barras que conocemos hoy en día y su consumo se hace masivo. Aquí es cuando comienza el desenfreno popular por este alimento.
Según explica Oscar Barrera Marengo, médico experto en nutrición y chef profesional, son muchas las investigaciones científicas que han tratado de dilucidar cuáles son los componentes del chocolate que hacen de este algo tan irresistible. “Se ha visto que tiene etil-fenil-aminas que ayudan en mecanismos del placer y tritófano, precursor de la serotonina, el neurotransmisor encargado de la felicidad”, señala el profesional, quien agrega que, sin embargo, las cantidades que contiene son tan pequeñas que experimentos con personas no han demostrado que su influencia sea por esa vía.
Y es que lo del chocolate tiene otras razones de ser. “Por un lado, está todo lo sensorial. La manteca de cacao, constituyente necesario para elaborar un buen chocolate, tiene la particularidad de ser una grasa sólida a temperatura ambiente, pero que se derrite con el calor corporal. Eso genera esta sensación cremosa placentera en boca”, enfatiza el reconocido profesional. Además, “tiene un dulzor justo que lleva al cuerpo a pedirlo, ya que este sabor es adictivo y buscado por nuestro cuerpo”, explica @oscarbarreramarengo.
Pero la razón principal por la cual el chocolate es la adicción de muchos tiene que ver con el efecto placebo y el contexto cultural de la alimentación. Aquí es donde también cabe la idea del chocolate como un “afrodisíaco”. Son tantos los mitos creados en torno a él, a través de la cultura popular, literatura y el cine, que todos inmediatamente lo vinculamos con un contexto placentero. Esto no tiene nada de malo. “El efecto placebo es aquel que lleva a que algo provoque en la persona cierta reacción por el simple hecho de creer que lo va a hacer y no porque sea algo concreto que suceda con su ingestión. Con el chocolate asumimos que es un alimento que nos va a despertar el apetito sexual y, por lo tanto, lo hace por sugestión”, explica el profesional, más conocido como Doctor Chef.
Entonces ¿seguimos regalando chocolates este 14 de febrero? ¿O es una mentira? ¡Claro que no lo es! “Las razones de su poder pueden ser distintas a lo que se creía, pero de que el chocolate provoca cosas en las personas, lo hace”, enfatiza Oscar Barrera Marengo, quien agrega que: “Disfruten en su cita de un volcán de chocolate derretido al medio o unas frutillas cubiertas con chocolate y compartan siempre pensando en que el verdadero postre viene después”.