Vuelven las Rutas Calles
Por Yerko Villanueva, jefe de Operación Social Territorial de Hogar de Cristo Los Lagos
César Llempi es moreno, pequeño, de claro ancestro mapuche y presenta una cojera evidente, producto de un hueso quebrado que se recuperó como pudo, en la calle, sin atención médica de ningún tipo. César nació en Cañete, provincia de Arauco, hace más de medio siglo, pero lleva años en Chiloé, siempre viviendo en situación de calle.
Ahora está en el Comedor Esperanza, en las instalaciones del Hogar de Cristo de Ancud, disfrutando de una sopa de choritos, una ensalada de betarraga con cebolla y una hallulla. Mientras almuerza cuenta que no duerme en el albergue que habilitó aquí mismo el municipio, muy tempranamente dada la brusca llegada del frío, el viento y la lluvia en las regiones del sur. Pese a estas inclemencias, César prefiere “mi casita dentro del ServiEstado, del Centro. Ahí me dejan quedarme y estoy tibiecito”, cuenta, sonriente, mientras el cielo se desfonda de lluvia.
No son lo mismo ni son iguales los hombres y mujeres que viven en la calle en las latitudes australes que los del Centro y el Norte, donde el fenómeno explosivo de la migración ha hecho aumentar la presencia de niños, adolescentes y madres en situación de calle, haciéndola visible y despertando episodios de xenofonia por todos conocidos. Por estos días, en la capital, se han convertido en tema preferente en los noticieros.
Desde Los Ríos, Los Lagos al sur, incluyendo Magallanes, no hay familias viviendo en carpas en los bandejones centrales de las principales calles de las ciudades. El clima del extremo sur hace inviable algo así, pero no impide que haya habido un aumento notorio de las personas en situación de calle, consecuencia del empobrecimiento general dejado por la pandemia, del flujo migratorio –aunque acá con menor fuerza que hacia el Norte– y de la crisis económica que se refleja en el alza del costo de la vida.
Han pasado dos años y hay una pandemia de por medio, ¿en cuánto se han multiplicado las personas de calle? ¿Cuántas han muerto? ¿Cuántas habrá en sectores rurales? Todas son preguntas abiertas. En Magallanes, se hablaba de un centenar hace un par de años, ahora Hogar de Cristo estima que esa cifra se duplicó.
Los temporales recientes y el avance inexorable hacia el invierno han activado las Rutas Calle de Hogar de Cristo, lideradas por voluntarios, que habían sido suspendidas por la pandemia. Sabemos que son iniciativas paliativas del problema, pero necesarias, a veces claves para evitar una muerte por hipotermia u otra razón extrema. Esa sensibilidad joven y vital contribuirá a una contabilización más certera de quienes duermen a la intemperie y a combatir la urgencia, aunque aquí lo importante es lograr soluciones estructurales a la manifestación más dura de la pobreza: la situación de calle.