Celebrar el Día Internacional del Animal Sin Hogar, evidencia que nuestra relación con las mascotas ha generado una conciencia nueva sobre su protección y cuidado. Muchos forman parte de las familias, pero como sociedad no hemos considerado las necesidades del animal en este nuevo rol de “perrhijos” o “gathijos” que se les ha asignado. Lo que es beneficioso o no para ellos no es tomado en cuenta, debido a que prima lo que para los humanos sí resulta satisfactorio o esa es la expectativa.
Me reconozco un absoluto amante y admirador de los perros, pero no todos quienes se identifican con esta postura lo reflejan en sus acciones. Hoy vemos un gran número de animales que deambulan libremente en ambientes tan inhóspitos como las ciudades. Según estimaciones de la SUBDERE, en Chile existen más de cuatro millones de perros y gatos que no tienen un dueño visible conocido, es decir, no cuentan con ninguna supervisión. Esto ocurre, en gran medida, por la irresponsabilidad de personas que abandonan a sus mascotas.
Un papel fundamental para mejorar la vida de los animales callejeros lo cumplen las organizaciones y los individuos denominados “animalistas”; quienes, con un amor incondicional y un esfuerzo que muchas veces sacrifica sus propias necesidades personales, se desviven de forma voluntaria por cambiar el destino de quienes han tenido la desfavorable fortuna de vivir en el abandono.
Pese a esto, desde el mismo sentimiento de amor, en ocasiones surge un nuevo problema: la sobre adopción. Al no existir una recomendación general sobre el número de mascotas que se debiera tener, es fundamental reforzar el llamado a la conciencia, información y criterio. Con la férrea intención de mejorar la vida de un perro más, se puede terminar sacrificando el bienestar de las mascotas ya existentes en el hogar y el de los integrantes de esa familia. Estas condiciones podrían, incluso, generar un nuevo abandono, continuando con el círculo vicioso de la sobrepoblación callejera.
Hay dos conceptos irrenunciables si pensamos en mejorar la vida de los animales abandonados desde una mirada ética y responsable: conciencia y empatía. Muchas veces menos, es más y quien decide adoptar una mascota, tiene que asumir el deber de cubrir sus necesidades más allá de su alimentación o controles veterinarios. Al tener una mascota debemos hacernos cargo de velar por su bienestar y felicidad. Si se cumple con lo anterior, quizás es momento de plantearse ayudar a un nuevo animal. De lo contrario, la tarea aún está dentro de la casa.
Pablo Gómez Muñoz
Académico Medicina Veterinaria Universidad San Sebastián
Máster en Etología Clínica y Bienestar Animal