Actualmente, las nuevas generaciones han tenido que saber asimilar que viven en un planeta en crisis, y acostumbran a recibir noticias de las alertas, con contundente evidencia científica, sobre el acercamiento de un colapso climático en el mediano plazo, el cual pone en riesgo la vida en la tierra. ¿Cómo se aborda este desafío ambiental desde la pedagogía, en un país donde ya existen grandes brechas educativas, y se está en pleno proceso de transformaciones sociales y políticas?
La sociedad chilena se ha caracterizado durante las últimas décadas por una marcada vocación ecologista, donde el interés por asuntos socioambientales ha logrado aunar a personas y grupos de todo el espectro político y realidades sociales del país. Este carácter ecologista de la sociedad chilena ha sido, en buena parte, a partir de una defensa básica de las condiciones para que la vida pueda desarrollarse. Los conflictos socioambientales en torno a las denominadas “zonas de sacrificio” son ejemplo de ello. Por otro lado, la conciencia ambiental ha crecido a nivel global también por el notorio cambio del clima (¿quién podría negar el hecho de que hace 20 años teníamos inviernos lluviosos en la zona centro y veranos lluviosos en la zona sur, y hoy en día ambas estaciones son secas para dichas zonas?).
Esto ha generado importantes acciones del Estado en la materia: la creación de la nueva institucionalidad ambiental con el Ministerio del Medio Ambiente en 2010, o el liderazgo internacional de Chile en importantes instancias multilaterales, impulsando el Acuerdo de Escazú a nivel Latinoamericano por ejemplo, o presidiendo la Conferencia de las Partes (COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en 2019-2020.
Pero ¿qué ocurre en las escuelas y los barrios? Hoy, los asuntos ambientales son pilar de una gran cantidad de proyectos educativos en Chile, y forman parte de los contenidos y objetivos de aprendizaje curricular a nivel nacional, lo que se refuerza con el trabajo que docentes y directivos han hecho para ir más allá en educación ambiental, sumando esfuerzos y alianzas para el desarrollo de estrategias educativas innovadoras que aborden estas temáticas.
Sin embargo, el desafío sigue siendo grande, y se hace necesario desarrollar de forma más contundente el ámbito de la educación ambiental, pues hoy el contexto y las necesidades son distintas que hace 20 años, y surgen múltiples preguntas para el hoy y el mañana que escasamente son abordadas en las escuelas: ¿Qué especies nativas están en peligro y cómo nos afectaría su extinción? ¿Cómo manejamos nuestras emociones ante un contexto de crisis global? ¿Cómo afrontamos los periodos de sequía para asegurar el consumo humano del agua? ¿De qué manera podemos preparar las viviendas para mejorar su eficiencia energética y disminuir el consumo de leña o promover la captación de aguas lluvias? ¿De qué forma se puede restaurar un ecosistema degradado? ¿Cómo se relaciona mi alimentación y vestimenta con el cambio climático?.
Es fundamental que pasemos de una educación ambiental extra-programática, hacia una educación socioambiental que transversalice estos conocimientos para preparar generaciones resilientes a los cambios que estamos viviendo. Para ello, necesitamos potenciar el currículum y las metodologías para abrir una era educativa donde la sensibilización en terreno, el aprender haciendo, la ciencia transdisciplinaria, el conocimiento práctico para la sustentabilidad de los campos, las tecnologías y prácticas regenerativas con los suelos y ecosistemas, el conocimiento de las economías locales y la alimentación saludable, el urbanismo sustentable, entre otros, nos permitan asegurarle no solo un mundo mejor a las nuevas generaciones (lo cual será un eterno desafío), sino que también dejarle al mundo generaciones mejores, más fuertes, mejor preparadas.
El proceso constituyente que ha vivido Chile durante los últimos años nos ha permitido concordar aspectos fundamentales para asegurar el desarrollo de la educación ambiental a nivel transversal y la relevancia de la naturaleza para el desarrollo humano. Esto hizo que incluso se le dedicara un capítulo completo a la naturaleza en la propuesta constitucional (Cap. III, Naturaleza y Medioambiente). Y más allá de aprobar o rechazar la propuesta de Nueva Constitución, es esencial que conozcamos y valoremos lo ya discutido, avanzado y establecido en esta materia. Esta propuesta, por su origen y contenidos ambientales, tiene al mundo científico y político internacional prestando especial atención, como muestra el artículo publicado en la revista Nature el 28 de julio.
Ejemplo de lo anterior se ve desde el primer artículo de la propuesta, donde se establece un “Estado ecológico” (art. 1), declarando además que los seres humanos tenemos una relación interdependiente con la naturaleza (art. 8), y donde la educación se consolida como un derecho, cuyos fines, entre otros, son promover el cuidado de la naturaleza y la conciencia ecológica (art. 35), declarando como un derecho también la educación ambiental (art. 39), y se abre paso a la educación permanente, es decir, más allá de las escuelas (art. 38).
Por otro lado, se le otorgan derechos a la naturaleza (art. 18), se reconoce la función ecológica de los predios y propiedades (art. 52), y la naturaleza pasa a tener el derecho a ser restaurada (art. 103). En el ámbito económico, se concibe una economía en la cual el desarrollo sustentable es medular (art. 184) y se busca promover la innovación, los mercados locales, los circuitos cortos y la economía circular (art. 182).
Así, entre varios otros artículos que dan cuenta de la maduración de este largo periodo “ecologista”, se están proponiendo vías de largo plazo para darle conducción y forma a esta sustentabilidad que ha surgido por vocación, pero también por necesidad y urgencia en Chile, y pensando en las herramientas que requieren las nuevas generaciones para gestionar de la mejor manera este período de la historia.
La discusión constituyente es algo más grande que la discusión de la educación ambiental, pero nos ha permitido analizar lo importante del desafío actual de nuestra sociedad y de cómo ésta debe plasmarse en un contrato social de presente y futuro, y donde niños, niñas y jóvenes, tienen un protagonismo inédito y crucial.