Después de 2 años de confinamiento y distanciamiento social, la vuelta a la presencialidad en las escuelas se esperó como un bálsamo. Sin embargo, la realidad reveló una situación diferente, dando a conocer altos índices de acoso escolar, dificultades en las relaciones sociales, en la realización de las clases y las interacciones entre pares y adultos.
Frente a este escenario, la psicóloga Francisca Cifuentes, supervisora clínica del Centro de Atención Psicosocial (CAPS) de Universidad de Las Américas, señala que la ONG Internacional Bullying Sin Fronteras indicó que en Chile, durante el 2020-2021, aumentaron en un 40% las denuncias por maltratos físicos y psicológicos, pasando de 3.760 casos a 5.934.
Según la psicóloga, esto se reafirma luego que la Superintendencia de Educación publicara que este año se incrementaron en un 56,2% las denuncias de maltrato físico o psicológico entre estudiantes, en comparación a las cifras registradas antes de la crisis sanitaria. “La pandemia afectó la salud mental de todos los actores involucrados en el sistema educativo, las familias, niños, niñas y adolescentes, quienes estuvieron encerrados en cuarentenas en condiciones nunca vistas, pero también las comunidades educativas, sus docentes y paradocentes experimentaron las mismas circunstancias” señaló la profesional.
En este sentido, Francisca Cifuentes argumenta sobre lo que ha gatillado esta situación. “Producto del distanciamiento social es que las habilidades interpersonales, así como las emocionales, se vieron perjudicadas en adultos y estudiantes. La vuelta a la presencialidad fue el escenario perfecto para que estas características, junto con problemas estructurales del sistema educativo hicieran una tormenta”, afirmó.
Para abordar lo anterior, la experta de UDLA explica que es muy importante contar con instancias de autocuidado y conformación de equipos dentro de las instituciones, así como iniciativas formativas para desarrollar herramientas que permitan prevenir situaciones de violencia e intervenciones oportunas cuando se detectan casos de vulneración. “Incluir a niños, niñas y adolescentes en las conversaciones e intervenciones resulta crucial, ya que muchas veces no se sienten escuchados y acompañados”, señala la profesional.
Por último, la psicóloga recomienda construir comunidades educativas donde se valore la diversidad, el respeto y la reflexión crítica, herramientas fundamentales para luchar contra la violencia. Hacer partícipes a los distintos estamentos (profesorado, estudiantado y familias) en la reflexión sobre la temática y la construcción de planes de intervención favorece la prevención del mismo, tornándose un espacio más seguro.