En octubre se conmemora el Día Mundial contra el Dolor y es importante conocer cómo podemos manejarlo de forma segura a través de medicamentos y otras acciones terapéuticas.
El dolor es una señal clara de que algo no anda bien en el organismo. Es una sensación desagradable, sensitiva y emocional, que puede manifestarse como un hormigueo, un pinchazo, ardor, una picadura o una molestia que es difícil de graficar, pudiendo ser intermitente o constante. Asimismo, existen los dolores agudos y crónicos; los primeros tienen una evolución corta en el tiempo y suelen asociarse a un proceso reciente, como una enfermedad, lesión o inflamación puntual que, generalmente, se diagnostica y se trata. No obstante, el crónico dura mucho tiempo y pierde su función de alarma, quedando como una molestia permanente que, en algunos casos, podría ser invalidante.
“En el día a día, el dolor es uno de los principales motivos de consulta en las farmacias y nuestra labor es indicarle al paciente cuál sería la mejor opción para cada uno, ya sea derivar al médico, realizar alguna indicación sobre algún analgésico de venta libre o cómo orientarlo para que tome la decisión correcta dependiendo de cómo evolucione la molestia. Por eso, es fundamental evitar la automedicación ya que el dolor podría ser un síntoma de algo mayor”, señala Paula Molina, química farmacéutica de Farmacias Ahumada.
Se estima que en Chile más del 30% de la población sufre de dolor crónico, sin tener estimaciones claras de cuántos más pueden verse afectados por otro tipo de dolencias de forma esporádica. En este sentido, es importante conocer los medicamentos más utilizados, cómo deben consumirse y cuándo es indispensable recurrir a un especialista.
Molina indica que “más allá de los tratamientos farmacológicos, existen otras formas de actuar sobre los dolores, sobre todo aquellos leves, que no interfieren en la capacidad de una persona a realizar sus actividades. En muchos de estos casos, el reposo, masajes o la termoterapia (aplicar frío o calor) pueden aliviar las molestias”. No obstante, cuando existen dolores que sí afectan -e incluso- invalidan el quehacer diario de una persona es necesario recurrir a tratamientos específicos bajo supervisión médica.
“Siempre la solución ideal para el dolor es eliminar la causa que lo produce, aunque -con frecuencia- esto no puede hacerse con rapidez. En estos casos, se precisa un tratamiento sintomático hasta que el paciente pueda ser atendido y diagnosticado por un especialista. Para esto, generalmente, se utilizan analgésicos”, comenta la farmacéutica.
Medicamentos para tratarlos
Los antiinflamatorios no esteroideos (AINE), entre los que se encuentra el paracetamol, ibuprofeno o el diclofenaco, entre otros, constituyen la primera línea en el tratamiento farmacológico del dolor, siendo el grupo de medicamentos de mayor consumo en el país. “Su mecanismo de acción se basa en la inhibición de la ciclooxigenasa (COX) enzima que juega un papel fundamental en la formación de la señal del dolor, por lo que suelen ser muy eficaces para tratar dolores más frecuentes. En tratamientos cortos y dosis recomendadas son muy seguros”, afirma Molina.
De acuerdo con la especialista, una de las normas básicas es que estos medicamentos deben utilizarse en la menor dosis posible, que sea suficiente para eliminar el dolor. “Aumentar la dosis no hará que el medicamento aumente su eficacia analgésica. Por el contrario, su abuso (ya sea por dosis altas o por tiempos prolongados) puede traer consecuencias graves”, sentencia. Cabe destacar que según el Instituto de Salud Pública (ISP), una de las principales causas de intoxicaciones agudas notificadas es por el abuso de los medicamentos analgésicos.
Por otra parte, los opioides son fármacos más eficaces y de mayor tradición histórica en el tratamiento del dolor. Sin embargo, se reportan más efectos adversos como náuseas, vómitos, estreñimiento, sedación y somnolencia. La dependencia física y el riesgo de producir depresión respiratoria han sido los principales inconvenientes para su uso, “pero si su administración es diagnosticada y monitoreada por el médico, pueden controlarse de forma adecuada ya que, a diferencia de los AINE, estos medicamentos no tienen techo analgésico”, recalca Molina.
No obstante, los enfermos crónicos son siempre un grupo que requiere de un mayor control para el uso de estos medicamentos puesto que, en ellos, es más difícil diferenciar un dolor agudo leve que el dolor como un síntoma de que algo no está funcionando correctamente. “En estos casos, el diagnóstico y orientación médica son fundamentales, incluso para los dolores leves o moderados. Recordemos que las interacciones medicamentosas pueden potenciar o disminuir los efectos terapéuticos de algunos fármacos, generando un riesgo potencial en estos pacientes”, concluye la farmacéutica.
Finalmente, hay que ser cautos cuando se siente algún tipo de dolor. La proximidad de un farmacéutico siempre será de ayuda para enfrentar estas situaciones, pero el diagnóstico médico es clave para atacar de raíz el problema.