Es sabido que la obesidad es una problemática que se arrastra a nivel de política sanitaria hace muchos años. Y en Chile ha sido una preocupación desde el punto de vista de la prevención con programas como Elige Vivir Sano o la ley de Etiquetados. Sin embargo, hoy con las cifras emitidas por la Junaeb y su Mapa Nutricional 2021 nos queda claro que hemos perdido la batalla.
Según el estudio, un el 31% de los niños chilenos tiene obesidad, 10,8% posee obesidad severa y tan solo un 34,3% alcanza el peso normal. Y en regiones la situación más grave se vive en El Maule (33,9%) y la Araucanía (33,75). Cifras nunca antes vistas, y donde lo más preocupante es que si el panorama continúa así, el próximo año los menores con sobrepeso superarán a los que tiene peso normal.
Pero estas cifras además nos revelan otra realidad: la obesidad es el reflejo de las profundas diferencias culturales, sociales y educacionales que existen en nuestro país. Un ejemplo de esto es que comunas de la Región Metropolitana más vulnerables son las que presentan mayores prevalencias de obesidad, como Lo Espejo (35,9%), El Bosque (34%) y Pudahuel (33,8%). En la otra vereda, Providencia (16,6%), Vitacura (20,2%) y Las Condes (20,5%) son las que tienen menor índices de obesidad.
No es fácil ser un niño o niña con obesidad en Chile, menos de una localidad de escasos recursos porque el sistema de salud al no reconocer a la obesidad como una enfermedad crónica no garantiza diagnóstico, ni tratamiento, ni menos un equipo multidisciplinario de atención. Debemos impulsar, como muchos médicos lo hemos venido haciendo, que la obesidad sea declarada enfermedad, ese es el primer paso para democratizar la atención y que muchos menores que hoy engloban la cifra de la Junaeb puedan acceder a tratamiento oportuno. Recordemos que, en la mayoría de los casos y precisamente por tratarse de una patología crónica; un niño con obesidad, es un adulto con obesidad.
Estudios como The Economist han calculado que para Chile el costo estimado de la población con obesidad fue de 3.600 millones de dólares sólo en 2020, lo que representa un 1,49% del PIB nominal y el 16,13% del gasto sanitario nacional. Esto, debido al tratamiento de las principales comorbilidades asociadas: diabetes, hipertensión, cáncer colorrectal, infarto y enfermedades coronarias crónicas.
Hay un proyecto de ley dormido en la Cámara de Diputados y numerosos proyectos de acuerdo que interpelan desde el poder legislativo a la autoridad sobre esta materia. A eso se suman innumerables iniciativas ciudadanas, de asociaciones de médicos y de pacientes que vienen luchando porque la obesidad sea declarada una enfermedad.
Hoy son nuestros niños son los más vulnerables, los que están sufriendo, no sólo con una enfermedad física y del alma, sino que además deben lidiar con el estigma de la obesidad y la crueldad propia de la edad, que rechaza todo canon fuera de la norma. Vivir con obesidad en Chile es cargar con una mochila para toda la vida, que ni el sistema, ni la sociedad, ni nadie puede hoy sostener. Por eso, para construir una sociedad más empática, donde nuestros niños puedan ser felices con la garantía que serán atendidos y tratados por un sistema que los acoge, declaremos a la obesidad como la enfermedad crónica que es.
Dra Cecilia Troncoso
Médico cirujano Universidad de Chile, especialidad en obesidad y síndrome metabólico