Por: Pedro Díaz Polanco, Coordinador Programa de Magíster en Gobierno, Gestión y Desarrollo Regional, Universidad Austral de Chile Sede Puerto Montt.
La Corte Internacional de Justicia es el órgano judicial principal de las Naciones Unidas y es -a mí entender- el principal órgano resolutor de controversias entre Estados. Su conformación responde a criterios que están expresamente establecidos en el Estatuto del propio tribunal. En ese contexto, la muerte de Antonio Cançado Trindade, juez brasileño de la Corte Internacional de Justicia, ha abierto la necesidad de realizar una elección.
Es en ese contexto, y tras un debate sobre una potencial candidatura chilena de Claudio Grossman, -la que no contó con el apoyo del gobierno-, fue que la Cancillería anunció que apoyará la candidatura de uno de los dos aspirantes brasileños, más precisamente, el elegido por el gobierno de Jair Bolsonaro. Otra opción era apoyar a Marcelo Kohen, internacionalista argentino, que es reconocido por su calidad académica y su probado prestigio en el mundo del derecho internacional. Es precisamente este punto el que pretendo abordar.
La decisión de Chile y la negativa de apoyar al Dr. Kohen se sustenta en una serie de argumentos que demuestran ignorancia y se evidencian como sendas falacias, lo que desprestigia el trabajo de nuestra Cancillería. A saber:
Se ha señalado que no se puede votar por el candidato trasandino en virtud de los litigios que pudieran abrirse con Argentina, desconociendo -al respecto- que el Tratado de Paz y Amistad -y que rige las relaciones entre estos países- establece que toda controversia entre las Partes se ha de resolver por el mecanismo del arbitraje y no por sentencia de La Corte Internacional de Justicia.
Esta ignorancia se potencia con un segundo argumento y que -en esencia- es falaz, y que no es otro que aquel que establece que el país del juez fallecido puede elegir a su “reemplazo”. Apoyar esta visión evidencia desconocer el artículo 2 del Estatuto de la propia Corte Internacional de Justicia, el que refiere a la calidad profesional y moral de los candidatos, con total independencia a su nacionalidad. Tampoco es certero que el “reemplazo” por un nacional, sea una “tradición” asentada en La Corte Internacional de Justicia, por lo que este argumento no es más que una instrumental interpretación.
Otro argumento aduce a que Marcelo Kohen fue asesor de Bolivia en el asunto de la Obligación a Negociar una salida soberana al Océano Pacífico. La verdad es que el profesor Kohen no integró el equipo que defendió la posición boliviana, y como todo académico internacionalista tuvo una visión basada en argumentos jurídicos. Por lo demás, las sentencias de La Corte son inapelables, por lo que este asunto con Bolivia ya está resuelto. Pensar que esta posición evidencia una potencial animadversión hacia Chile es desconocer la calidad profesional y moral del candidato argentino.
Por último, y sólo para evidenciar la incoherencia del gobierno a la hora de justificar su soberana decisión, es que resulta interesante recordar que el Presidente Boric ha criticado a Bolsonaro por numerosos motivos, siendo -uno de ellos- su escasa visión respecto a la integración latinoamericana. Estas críticas, entre otros motivos, ha provocado que Bolsonaro critique de regreso y con fuerza al Presidente Boric, evidenciándose un ánimo que ha significado que Brasil -y a la fecha- no haya aceptado las credenciales diplomáticas del Embajador propuesto por el presidente. Pues bien, a pesar de esto, Chile decidió -en su momento- apoyar al candidato sostenido por el actual presidente de Brasil.
Es en ese contexto, y realizando una comparación objetiva de la historia profesional y académica de los tres candidatos, así como sus visiones, es que no se entiende la negativa de no apoyar la candidatura del Profesor Marcelo Kohen, quien siempre ha defendido la unidad latinoamericana y el apego a las normas y tradiciones regionales del Derecho Internacional, factores que debieran ser el sustento justificador del voto nacional.