- 8 de cada 10 personas presenta algún grado de insuficiencia venosa, según la Sociedad Europea de Cirugía Vascular.
- 2 de cada 10 personas con várices puede desarrollar una úlcera en la pierna, según la Sociedad Europea de Cirugía Vascular.
- Dentro de los más afectados se encuentran las embarazadas, mujeres y hombres sedentarios y viajeros frecuentes.
- La detección temprana y una terapia adecuada mejora la calidad de vida de los pacientes.
¿Ha tenido la sensación de que sus piernas se alivian cuando las levanta? ¿O las siente pesadas, hinchadas o con picazón? Estos son algunos de los primeros síntomas de la Insuficiencia Venosa Crónica (IVC), una enfermedad que afecta a 8 de cada 10 personas en el mundo (80% de la población, según la Sociedad Europea de Cirugía Vascular[1]). De ese porcentaje, 64% tiene signos visibles como arañas vasculares, várices o edema al final del día.
Esta enfermedad se produce por el mal funcionamiento de las válvulas de las venas de las piernas, lo que impide que la sangre circule adecuadamente de regreso al corazón. La sangre transporta oxígeno y nutrientes, por lo que su retención va causando daños al organismo. Esto significa que la aparición de arañitas o várices no debe ser considerado un problema estético sino de salud, ya que son lesiones que sin tratamiento pueden evolucionar hacia mayores complicaciones como úlceras que se pueden infectar o coágulos que van a obstruir una vena.
La doctora internista angiologa y miembro del Comité Científico de Sociedad Chilena de Flebología y Linfología (Sochifyl), Eliana Srur, indica que los síntomas de Insuficiencia Venosa se producen por congestión a nivel de tobillos y pantorrillas, al no existir un buen retorno de la sangre por las venas. “Siempre las molestias serán mayores al finalizar el día y proporcional al grado de actividad, el calor y estadías prolongadas de pie o sentado. Si se amanece con dolor de piernas, eso corresponde a otra patología sin relación con las venas”, aclara.
“Dos de cada diez personas con várices desarrollarán una úlcera venosa, por lo que es fundamental que se pueda tratar a tiempo. Muchos pacientes con úlcera venosa permanecen años con este tipo de lesiones, afectando su calidad de vida y generando altos costos para los servicios de salud”, explica María Fernanda Morales, enfermera especialista en heridas y cuidados de la piel y especialista clínica de JOBST.
La detección temprana y una terapia adecuada mejora la calidad de vida de los pacientes. Cuando se detectan los síntomas es recomendable acudir a un cirujano/a vascular, ya que existen varias alternativas que ayudan a ponerle freno al avance de esta enfermedad, dependiendo del grado de avance.
Las terapias incluyen fármacos flebotónicos que disminuyen el edema y alivian los síntomas. “Este tratamiento ha demostrado tener un efecto muy beneficioso en la pared de las venas, retardando el daño y mejorando las molestias, pero su eficacia requiere tratamiento prolongado, mínimo tres meses, idealmente ingerir con alimentos. Son medicamentos muy seguros, que se usan incluso en el embarazo, no requiere un horario específico, sin interacción con otros tratamientos y prácticamente sin ningún efecto secundario” indica la doctora Eliana Srur.
También existen la terapia de compresión (medias con elasticidad graduada que ayudan a las venas a realizar su trabajo); procedimientos quirúrgicos y tratamientos complementarios como fisioterapia, drenajes linfáticos, además de medidas generales como elevación de las piernas, entre otros.
Viajes, sedentarismo y contexto laboral
Tanto los viajes largos en avión, bus, o vehículo, como posiciones sostenidas en el tiempo en el trabajo pueden propiciar la insuficiencia venosa. “Ya sea en la oficina, en teletrabajo o en alguna actividad que implica estar mucho tiempo en una misma posición hay más probabilidades de potenciar el desarrollo de la enfermedad. Es por esto que es necesario tener pausas activas que impliquen elongar cada cierto tiempo las extremidades del cuerpo” aconseja María Fernanda Morales.
En posiciones con movilidad reducida la dilatación de las venas se produce en un rango de dos horas. En los vuelos este proceso es más rápido.
El “síndrome de la clase turista”, también conocido como “trombosis del viajero”, se asocia a viajes largos, principalmente en un avión y, en menor medida en buses, automóviles o trenes. El nombre adecuado es Trombosis Venosa Profunda (TVP) y es causado por la formación de un coágulo de sangre (trombo) en una o más venas profundas de las extremidades inferiores. No solo puede afectar a los pasajeros, sino también al personal del transporte.
“Para prevenir este síndrome se sugiere mucha hidratación el día antes de viajar, durante y post. Uso de medias compresivas graduadas hasta el muslo en mujeres y a la rodilla en hombres cuidando no se enrollen y formen una ligadura; caminar mientras se espera el embarque, no permanecer sentado muchas horas antes de viajar. Si se toma un fármaco para dormir, evitar ropa ajustada o posiciones que puedan comprimir las venas”, indica la doctora Eliana Srur y recalca no olvidar el uso de medicamentos anticoagulantes preventivos indicados por su médico tratante en caso de antecedentes de una trombosis previa, aunque sea antigua.
La TVP es grave, pues si el coágulo se suelta origina una embolia pulmonar, es decir, obstruye una arteria de este órgano, causando daño por la falta de oxígeno e, incluso, la muerte. Los síntomas son edema permanente, dolor de extremidad afectada, especialmente al caminar; dolor torácico y/o dificultad respiratoria cuando se complica.
Según una revisión de literatura científica publicada en la revista “Jornal Vascular Brasileiro” de 2018[2], en vuelos mayores a 6 horas el riesgo de desarrollar una trombosis venosa profunda (TVP) es de 2.3 veces mayor que un viaje corto. Este riesgo va aumentando en un 26% cada 2 horas de viaje. Adicionalmente, tras un vuelo de 8 a 12 horas el riesgo de trombosis venosa se mantiene de dos a 4 semanas posteriores al vuelo.