Dra. Jessica Candia Directora de Carera de Trabajo Social Universidad de Las Américas Sede Concepción
Aun cuando ha sido significativo el trabajo realizado por los movimientos sociales y feministas para empujar cambios de paradigmas respecto de la mujer, desde el reconocimiento de la pertenencia del cuerpo y la libertad para decidir sobre él, hasta la discusión sobre los roles atribuidos socialmente, estudios demuestran la persistencia de la violencia que afecta a muchas solo por el hecho de ser mujer.
La violencia de género es entendida como acciones que dañan a personas en razón de su género. Como toda forma de violencia tiene asociada el abuso de poder, además en este caso, según Segato (2013) está asociada al sistema patriarcal prevaleciente, donde la masculinidad constituye un estatus de superioridad. Las diferencias estructurales de poder basadas en el género colocan a las mujeres en situación de mayor riesgo frente a manifestaciones de violencia. Y, aunque la violencia de género afecta a todas, a algunas las afecta mucho más. Desde un análisis interseccional cuando al género se le adicionan otras características como orientación sexual, raza, discapacidad, situación socioeconómica o territorio, la violencia se ve multiplicada.
Para comprender la violencia de género que experimentan las mujeres en zonas rurales es necesario comprender primero cómo se vive la ruralidad en Chile. Sus códigos, condiciones de vida y la representación de la masculinidad, atendiendo la diversidad territorial y social existente junto a patrones culturales asociados a estereotipos de género. La dimensión territorial permite comprender de mejor manera la desigualdad y de las brechas de desarrollo de las comunidades y sus efectos en las personas.
Si bien han existido avances importantes en lo rural en general, las mujeres permanecen en una doble posición de discriminación, por sexo y por zona, con mayores brechas de participación laboral remunerada, de pobrezas, de educación, y de una sobrecarga con el trabajo de cuidado y del hogar.