10 años de un Papa argentino
La reciente partida del Papa Benedicto XVI, primero en renunciar al papado en la época moderna y de enfrentar con tolerancia cero los escándalos de los abusos por parte de sacerdotes, movido por su lema “cooperador de la verdad”; trae a su lado la presencia de 10 años desde la llegada del primer Papa argentino a la sede de Pedro.
Este mes de marzo se cumple una década desde que, tras un cónclave relativamente rápido, vimos saludar desde el balcón vaticano a un conterráneo que hablaba castellano: el jesuita Jorge Mario Bergoglio, hasta entonces cardenal de Buenos Aries.
No hay duda de que ha dado continuidad a los pontificados de Juan Pablo II y de Benedicto XVI en lo esencial de la misión como pescador de Pedro: pastorear el rebaño del pueblo de Dios a través de la enseñanza, la santificación y la guía de la Iglesia.
A su estilo, muy personal, distinto de la de su predecesor y con énfasis distintos; por ejemplo, en su decisión de vivir en Santa Marta o en su insistencia en vivir la misericordia como el ADN de la Iglesia. Todo ello que ha de ser una tienda de campaña que sale a las periferias existenciales y no un grupo ni menos una ONG encerrada en sí misma o en la alegría que ha de caracterizar a los seguidores de Cristo; alegría que brota de confrontarse con el Evangelio y de tratar de vivir según Jesucristo.
De hecho, la mayoría de los títulos de sus escritos aluden a esa alegría. Algunos de estos documentos han sido verdaderos best-seller, que hoy siguen de actualidad y todavía presentes, como la Laudato si, o la Fratelli tuti, o, en otro ámbito, el Christus vivit, sobre los jóvenes.
10 años guiando la Iglesia, como sucesor de Pedro y como cabeza visible que le da unidad frente a la tentación de desunión. A su estilo y en continuidad.
Esther Gómez
Directora Nacional de Formación e Identidad Santo Tomás