Desarrollo del Lenguaje: cómo reconocer sus alteraciones y cómo estimularlo en el hogar
Cinthia Núñez Olguín, Directora Fonoaudiología Advance, UNAB Sede Viña del Mar.
El desarrollo de diversas habilidades en los niños se da de forma paulatina a medida que su sistema nervioso va madurando. El desarrollo psicomotor incluye la adquisición de destrezas en diversas esferas: motricidad, cognición, componente socio afectivo y lenguaje. En el último caso, cuando el desarrollo se ve enlentecido, los padres y entorno cercano tienden consultan al Fonoaudiólogo. Si bien cada niño es único y manifiesta sus aprendizajes en tiempos y ritmos propios, es importante detectar cuándo el desfase en la adquisición del lenguaje es tal que implica una merma comunicativa, es decir, empobrece la capacidad del niño para interactuar con su entorno y desenvolverse en distintos contextos comunicativos. Entre los 2 y 3 años, estas dificultades comienzan a ser más evidentes, pues es la edad en la que frecuentemente los niños presentan un desarrollo explosivo del lenguaje, especialmente en relación con cuánto son capaces de expresar verbalmente y el cómo lo expresan.
Dentro de los trastornos del lenguaje en la infancia, tenemos aquellos que son asociados a una condición biomédica diferenciadora, tales como trastorno del espectro del autismo, hipoacusia, discapacidad intelectual, parálisis cerebral, entre otros, y aquellos conocidos como primarios, sin una condición médica que los explique. Dentro de estos últimos, los más frecuentes son los Trastornos del Desarrollo del Lenguaje (TDL) y los Trastornos de los sonidos del habla (TSH).
Entre las recomendaciones, los intentos comunicativos que niños tienen con sus figuras de apego les permiten desarrollar el lenguaje en un entorno de confianza, es por ello que la intención con que padres, madres y/o abuelos inician o dan respuesta a ese intercambio, será un favorecedor relevante a la hora de potenciar habilidades lingüísticas. Algunos consejos a la hora de interactuar con los más pequeños en el hogar: mirar a los ojos cuando les hablamos, en lo posible agacharnos a su altura; acompañar lo que decimos de prosodia y gestos (brindamos una intención a nuestros mensajes); entregar información mediante oraciones cortas y claras, pues cuando les damos información compleja o muy extensa, tienden a perderse y no recepcionar bien el mensaje que les damos.
Asimismo, se aconseja darle tiempo de responder cuando conversamos, incluso si su respuesta demora o si interactúa sólo con gestos, pues el saber que es escuchado favorecerá la intención por comunicarse. Más allá de las sugerencias descritas, lo importante es hacer que la instancia comunicativa sea agradable para ambas partes y que el niño o niña se sienta escuchado y no criticado por la forma en que se comunica, es decir, hacerle sentir que es más importante lo que desea decir que cómo lo dice, generando un disfrute compartido y propiciando la interacción en una instancia de amor y contención.