Jessica Castillo Académica Carrera de Pedagogía en Educación Parvularia Universidad de Las Américas Sede Concepción
Dentro del currículo escolar hoy en día, las artes son la parcela que se ocupa mayormente de la expresión, y este ha sido el principal argumento para defender su pertinencia dentro de los procesos educativos. Sin embargo, pese a que la expresión de las emociones y el autoconocimiento son intrínsecos de la práctica artística y altamente necesarios en la escuela, generalmente se pone atención en este único atributo olvidando que también es responsable y capaz de generar conocimiento.
Al respecto, como muchos autores sostienen, no es un lujo ni un saber inútil destinado exclusivamente a dar cauce a la expresión de los estudiantes, sino que posee múltiples herramientas capaces de dialogar con otros ámbitos o disciplinas de aprendizaje, involucrando una visión global e integral dada su inherente función social y comunicativa.
De este modo, la educación artística puede verse perfectamente integrada a proyectos del ámbito de las matemáticas, literatura, historia, ciencias, música, idiomas y otros tantos para ofrecer un sitio desde el cual complementar, profundizar y visualizar los aprendizajes propuestos. Desde este lugar, se busca una educación “en”, “con” y “por” el arte demostrando que las variables contextuales influyen significativamente en el aprender.
Una obra de arte puede ayudarnos fácilmente a hacer conexión con otros subsectores. Por ejemplo, revisando la obra “Lumínica” de una estudiante de pedagogía en educación parvularia, surgió una idea magnífica: se puede utilizar para trabajar a partir de ella la clasificación y serialización de elementos o también para presentar figuras geométricas.
De eso se trata, de restar el valor depositado en el aprendizaje técnico y con ello ampliar la cualidad expresiva del arte. Esto permitirá considerar sus manifestaciones como instrumentos y dispositivos de enseñanza capaces de provocar variados aprendizajes.
De esta manera, pensar en un currículo integrado es conceptualizar y estructurar un plan en red sobre el desarrollo de distintas capacidades, conocimientos y estrategias que se nutren entre sí. Es enfatizar en los efectos cognitivos de la práctica artística que se fundamentan en lo positivo de la interrelación disciplinaria, lo cual se proyecta indudablemente en la persona en formación.