Juan Francisco Ortún Q.
Académico Escuela de Comunicaciones, U.Central
El fútbol femenino en Chile es incipiente, no cabe duda. Las comparaciones son odiosas, pero a veces muy clarificadoras para conocer en qué pie estamos a nivel sudamericano y mundial y, por cierto, son años luz los que nos diferencian de otras latitudes.
Aún así, nuestras jugadoras son esforzadas, luchan por salir adelante en su deporte que han elegido por vocación o por condición. Eluden una retahíla de obstáculos para poder seguir adelante, para avanzar y es por ello, que los logros escasos que han obtenido se aprecian mucho más, porque son fruto justamente de ese tesón que ponen en su avance hacia la obtención de ver cumplidos sus sueños.
Lo sucedido este fin de semana con el fútbol femenino es vergonzoso, impresentable, bochornoso y todos los calificativos similares que usted pueda encontrar.
El campeonato, después de que estuvo suspendido casi un año, cuando los dirigentes tuvieron nueve meses para su gran organización, recomenzaba con todas las energías y con insospechadas ilusiones de, no solo quienes practican del deporte, sino que de sus familias, de sus seguidores y seguidoras y por supuesto, con mayor razón, de quienes son los responsables de velar por las competencias de este deporte que se dice pasión de multitudes.
El gran debut del ascenso femenino comenzó con partidos suspendidos, tres encuentros del ascenso y uno de la máxima categoría, debido a que piezas que son imprescindibles para el desarrollo de un cotejo, sencillamente no estaban.
El partido entre Magallanes y Unión Española no se pudo jugar porque había jugadores del cuadro albiceleste que no estaban habilitadas para competir. El encuentro entre deportes Temuco y Ñublense se suspendió porque no llegaron los árbitros que tenían que dirigir e impartir justicia. Santiago Wanderers y Melipilla no pudieron medir fuerzas porque la ambulancia no llegó y es imposible que se juegue un partido sin la asistencia y traslado ante una eventual necesidad. Siempre se debe velar por la integridad de las actrices y actores del espectáculo.
Como si esto fuera poco, como si no bastara este vergonzoso panorama, en primera división, la categoría máxima, Puerto Montt y Santiago Morning se jugó con solamente el juez central, porque no llegaron los asistentes ni el cuarto árbitro, además de retrasarse media hora su comienzo.
Un torneo que ha costado tanto sacarlo adelante, que se hace con más ganas que recursos, tiene que pasar por este episodio que ennegrece no solo el fútbol, sino que el deporte en general y que, hasta el momento de la redacción de esta columna, no ha tenido ni un pronunciamiento de la dirigencia de la ANFP que es la encargada de la organización de los campeonatos.
El fútbol chileno, a pesar de que el timonel máximo dice que no está en crisis, sí lo está. Adolece de personeros competentes, que sirvan al deporte y que no se sirvan de él. Tampoco se ha escuchado a ninguno de los presidentes del Consejo de los 32 clubes del fútbol chileno decir una sola palabra de este indecente episodio, a pesar de que en innúmeras oportunidades se ufanan de hablar de paridad y de equidad.
Me parece que se deben tomar severas medidas para que esto no vuelva a repetirse, comenzando por la renuncia de muchos dirigentes del fútbol chileno, porque no tienen la capacidad de organización, porque pareciera que la historia de Jadue y compañía no dio lecciones de nada, porque sencillamente no sirven para la conducción del fútbol chileno.
Déjenle la oportunidad a quienes de verdad tienen las capacidades para sacar al balompié adelante. Váyanse, son de cartón.