Tradicional acción de gracias ecuménica en la Catedral de la ciudad
- “La paz no cae inesperadamente de lo alto, sino más bien se construye en el día a día. Trabajar por la paz implica tomarse en serio la dignidad de toda y cada una de las personas que están sobre la tierra, respetarlas en su identidad y originalidad, estar abiertos a escuchar y dialogar, saber construir con otros” indicó Monseñor Fernando Ramos.
- “Necesitamos aprender de nuestra historia para dar pasos de consistencia cualitativa que nos permitan construir un país más integrado, más fraterno, más justo y reconciliado”, sostuvo Monseñor Fernando Ramos
Autoridades regionales, civiles, militares y de orden, representantes de pueblos originarios, autoridades eclesiásticas y académicas, e invitados especiales de la comuna de Puerto Montt llegaron hasta la Iglesia Catedral para asistir al Te Deum Ecuménico, presidido por el Arzobispo de Puerto Montt, Monseñor Fernando Ramos, en el marco de las actividades tradicionales de Fiestas Patrias.
En su homilía, el Arzobispo Ramos resaltó la necesidad de celebrar y elevar la acción de gracias a Dios, en un aniversario más de nuestra independencia nacional, después de las graves dificultades que nos trajo la pandemia del covid-19. “No podemos olvidar a quienes perdieron sus vidas por este flagelo, ni las grandes dificultades experimentadas para sobrellevar esta amenaza a nuestra salud. Todo esto va quedando atrás y por eso damos gracias al Creador de la vida, que nos siga sosteniendo en ella, a pesar de las grandes dificultades que hemos vivido”, dijo.
“Esto nos permite elevar nuestra mirada y atravesar el arco del tiempo para recoger lo que significan 213 años de vida independiente. Son muchos los acontecimientos, sucesos e historias que han forjado lo que somos como nación. Nuestro presente se construye desde el pasado, nuestro futuro es la proyección de lo que vivimos y hemos vivido”, agregó el arzobispo de Puerto Montt.
Por otra parte, Monseñor Ramos se refirió a las luces y sombras en nuestra historia. “Hemos sido capaces de sobreponernos muchas veces a las inclemencias del tiempo, a las amenazas de la naturaleza y a las incertidumbres de la vida. Nos hemos dado cuenta de que, en la medida que permanecemos unidos y organizados, adquirimos mayor capacidad de respuesta, mayor solidaridad, mayor eficacia y generosidad para superar las dificultades. De todo esto, hemos de dar gracias a Dios. Pero, así como hay muchas luces en nuestra historia, hay también sombras que oscurecen nuestra mirada sobre el pasado. “Hace pocos días conmemorábamos los 50 años del Golpe de Estado que vivimos en nuestro país. Es una fecha que nos divide no solo por lo que se vivió en un día, sino también por una gran cantidad de acontecimientos que precedieron y siguieron después. En estos acontecimientos, la lógica del enfrentamiento primó frente a la lógica del entendimiento y, como consecuencia, el dolor y el sufrimiento atravesaron el alma de nuestro país. Todavía hoy, hay mucha gente que lleva el peso de haber sufrido en carne propia la furia de esos años y que se manifestó en destrucción material, agresiones verbales y físicas, vulneración de derechos fundamentales, destierro y muerte. Incluso, todavía hoy hay personas que siguen buscando a sus seres queridos, desaparecidos hace décadas, y no encuentran ninguna respuesta”, sostuvo.
“Necesitamos aprender de nuestra historia para dar pasos de consistencia cualitativa que nos permitan construir un país más integrado, más fraterno, más justo y reconciliado. Al final de cuentas, lo que no es asumido, no es redimido”.
Monseñor Ramos imploró al Dios de la Vida que regale abundantemente el don de la sabiduría para todo el pueblo de Chile, especialmente para aquellos que cumplen una función de autoridad o de responsabilidad en nuestra sociedad.
“El primer valor que pasa a llevar la lógica del enfrentamiento es el respeto de la dignidad de la persona humana. Como señalan los Obispos de Chile en su declaración del 27 de julio recién pasado: “La dignidad de la persona humana y el respeto de su vida desde la concepción hasta la muerte, es el principio fundamental de todo el orden social, lo que exige el cuidado irrestricto de los derechos humanos como base de nuestra convivencia. Nadie puede ser atropellado en su dignidad en base a su origen, color, religión, etnia, ideas o cualquier otra consideración que minusvalore u olvide su condición humana”. Si nuestra forma de relacionarnos no se sustenta en este importante principio, entonces, toda nuestra vida en sociedad se ve amenazada, especialmente la dignidad de los más pobres y vulnerables “, agregó.
“Se cuida la democracia cuando aquellos que asumen alguna responsabilidad en la sociedad, lo hacen con un auténtico espíritu de servicio y de colaboración y también cuando descubrimos que los procedimientos e instituciones no están funcionando bien, buscamos corregir, animar y modificar sin mezquindades. De esta forma, se evitará el surgimiento de caudillismos de corte mesiánico que ofrecen la solución fácil de los problemas a costa de nuestra libertad y dignidad”, enfatizó el Arzobispo en un potente llamado al cuidado de la democracia y sus instituciones.
En este sentido también se refirió a la importancia del diálogo y el entendimiento especialmente en quienes tienen mayores responsabilidades en nuestra sociedad. “La lógica del entendimiento prioriza la búsqueda de acuerdos a través del diálogo y genera como consecuencia una auténtica amistad cívica que orienta y custodia todo el sistema democrático sobre el que se sustenta la ciudadanía”.
El Arzobispo se refirió además a los desafíos que tenemos como país. “Próximamente debemos pronunciarnos nuevamente acerca de la propuesta de una nueva Constitución Política de la República de Chile. La reflexión y el debate en torno a esta propuesta será ocasión propicia para dejar de lado la agresión fácil y el desprecio inútil para adentrarnos en el ejercicio de la reflexión compartida, el diálogo fecundo y la búsqueda de un texto que nos interprete a todos. Las generaciones futuras nos pedirán cuentas de cuál fue nuestra responsabilidad para asumir esta importante tarea que nos impone la historia”.
“Junto con ello, vemos con preocupación cómo con más frecuencia la violencia se va apoderando de espacios en nuestra sociedad. El regreso de los escolares a las clases presenciales ha puesto en evidencia graves problemas de salud mental y de incapacidad para resolver conflictos de manera pacífica. Por otra parte, bandas organizadas atemorizan muchas veces a barrios enteros en distintas ciudades de nuestro país, utilizando una violencia insospechada algunos años atrás. Mas aún, para satisfacer la demanda del narco consumo, se exige un narcotráfico cada vez más organizado, lo cual va generando una narcocultura que ejerce presión a la sociedad tal como la concebimos y la conocemos”, explicó.
“La amenaza de la violencia no nos debe amedrentar ni menos hacernos rehuir de nuestro compromiso con la construcción de la Polis en la que todos podemos y debemos contribuir. Levantar barreras y trincheras entre nosotros por temor, será el camino para una ulterior decepción y fracaso como sociedad”, precisó el líder de la Iglesia de Puerto Montt.
Constructores de la paz
“Si hay algo en lo que todos nos podemos comprometer para generar una auténtica amistad cívica que contribuya a generar una sociedad más próspera, inclusiva y esperanzadora, es la convicción y el compromiso de ser auténticos constructores de la paz. Esto es un constante desafío en todo tiempo y lugar. De hecho, escuchábamos en el texto del Evangelio recién proclamado, la convicción de Jesús de Nazareth de que son “felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios”. Trabajar por la paz significa ser artífice de la paz, dedicar explícitamente tiempo, esfuerzo, inteligencia y recursos en generar una convivencia pacífica en todos los ambientes. La paz no cae inesperadamente de lo alto, sino más bien se construye en el día a día. Trabajar por la paz implica tomarse en serio la dignidad de toda y cada una de las personas que están sobre la tierra, respetarlas en su identidad y originalidad, estar abiertos a escuchar y dialogar, saber construir con otros”, dijo.
En el cierre de su homilía, Monseñor Ramos pidió la intervención de la Patrona de Puerto Montt, para acompañar el caminar de la comunidad. “En el sueño compartido de un Chile más humano, próspero y reconciliado, imploramos la maternal protección de Nuestra Señora del Carmen, patrona de nuestra ciudad de Puerto Montt y de nuestro país, para que nos cobije con su manto y para que nos alcance la sabiduría de Dios que ilumine nuestro caminar”, finalizó el Arzobispo de Puerto Montt.
Al finalizar el Tedeum Ecuménico, los asistentes entonaron el himno nacional.