Por José Francisco Yuraszeck, Capellán de Hogar de Cristo.
Este jueves 19, celebraremos el aniversario 79 del Hogar de Cristo. Recordamos en esta circunstancia a su fundador, el padre Hurtado, que atento a los dolores y necesidades de su tiempo, convocó alegremente a muchas personas para procurar aliviarlos. Su mirada se fijó en quienes iban quedando al margen del camino. Ese mismo espíritu nos anima el día de hoy: como las necesidades y dolores van cambiando, urge tener siempre una mirada actualizada, para responder creativamente y con amor a ellas. Por estos mismos días también, se conmemora el cuarto aniversario del estallido social que hizo evidentes dolores, tensiones y necesidades no atendidos en distintos frentes, y puso en cuestión nuestra convivencia e instituciones.
Estamos ya entrados en el último trimestre del año, el próximo mes viene la Teletón, y en lo que se refiere al proceso constitucional -que ha sido el modo de canalizar institucionalmente el desbarajuste post estallido social- hemos entrado también en la última etapa, en manos de la Comisión Experta, para luego armonizar y proponer un texto que debe ser plebiscitado a mediados de diciembre. La exacerbación de la violencia nunca ha sido camino para la paz duradera: mire no más lo que está ocurriendo en Palestina e Israel.
Si algo aprendimos del proceso anterior, es que cuando las tintas se cargan para un lado del espectro político, la inmensa mayoría no se siente representada.
Esta segunda, y tal vez última oportunidad por ahora, puede correr el mismo riesgo por el lado contrario. No desperdiciemos la oportunidad. No hay quizás nada tan importante como ponernos de acuerdo en un texto que sirva verdaderamente como la casa común que nos cobije, la mesa que permita que todos encuentren un lugar.
Así, finalmente asumiremos nuestro destino colectivo al seguir el camino de la solidaridad y la justicia social, incluyendo a las personas más vulnerables en la vida que les espera. ¿Dónde fijaría su mirada el Padre Hurtado hoy? Quizás en las personas mayores o con discapacidad en sus casas, con crecientes niveles de dependencia, con mucha soledad y abandono por parte de sus familias, pensiones bajas, salud distante.
Tal vez en los jóvenes fuera del sistema escolar. Son cientos de miles quienes pudiendo ir al colegio no lo hacen. En esto el impacto de la pandemia fue demoledor y las consecuencias para el mediano plazo se avizoran catastróficas si no se sincroniza la oferta escolar con la preparación para la incorporación al mundo del trabajo.
Y, por supuesto, también en las miles de personas en situación de calle. Este grupo tiene un perfil distinto al de años atrás, incluyendo ahora no solo a personas que han roto vínculos y sufren diversas patologías de salud mental, así como las consecuencias del consumo problemático de alcohol y otras drogas, sino también a familias enteras de migrantes que han llegado con lo puesto.
Miremos con los ojos del Padre Hurtado y hagamos lo que esté a nuestro alcance para aliviar los nuevos dolores de nuestra sociedad.