Carolina Araya Directora Carrera de Derecho Universidad de Las Américas Sede Concepción
La Asamblea General de las Naciones Unidas definió en 1993 la violencia contra la mujer como “todo acto de violencia que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”.
En cifras del mismo organismo internacional, casi una de cada tres mujeres ha sido víctima de agresión física o sexual al menos una vez en su vida. Una cifra alarmante de la cual no debemos preocuparnos, sino ocuparnos.
Lo primero que debemos hacer es sensibilizar en cada uno de los espacios donde nos desenvolvemos, principalmente a nuestros hijos e hijas, de tal forma que exista en nuestro hogar la conciencia de que la violencia no es normal y, además, es intolerable.
También es primordial catalogar como inaceptables las conductas de violencia psicológica que incluyan insultar, ni siquiera con la excusa de que es una broma; generar miedo y limitar con ello cualquier acción de las mujeres como, por ejemplo, decidir, estudiar, emprender, influir en su forma de vestir, de pensar, la música que escuchan, etc.
Inaceptable es la revisión de sus comunicaciones, como el teléfono o claves de acceso a correos. Asimismo, resulta violento invisibilizar el trabajo diario de las madres cuidadoras, restando todo valor y desmereciendo el desvelo que significa cuidar una noche a los hijos enfermos, desvalorizando el dejar los pies en la calle para buscar las alternativas más económicas para la lista de útiles y uniformes escolares cada año, ocupando para ello en la mayoría de los casos su horario de colación; devaluando el esfuerzo realizado en cada cumpleaños de los hijos, o simplemente y tan importante, la labor diaria de mantener el hogar en óptimas condiciones.
Al respecto, se puede decir que esta labor que no se agradece y se hace invisible a los ojos de quienes no la realizan, devalúa el esfuerzo de las mujeres y maximiza su cansancio, sintiéndose atrapadas, lo que muchas veces constituye el germen de una depresión incomprendida que, por cierto, es violenta. Por ello se hace necesario reflexionar, no solo en esta fecha, si no que a diario respecto de cómo nos estamos ocupando para revertir las cifras y erradicar verdaderamente la violencia a las mujeres.