Por: Héctor Henríquez Negrón
Presidente de la Multigremial de Los lagos
Se nos va el 2023 y como suele ocurrir en estas fechas, es momento de balances, reflexiones sobre lo obrado y proyecciones para el año que parte. Y como gremios productores que conformamos la Multrigremial de Los Lagos, tenemos por cierto, nuestro resumen de lo vivido en estos doce meses, y nuestra propia lista de propósitos para el 2024.
Más allá de las particularidades de cada uno de los sectores que se ven representados en esta Multigremial; quisiera poner en valor ciertas cuestiones que me parecen son relevantes y transversales a todos los sectores.
En momentos que tenemos potencial alimentario indiscutido para nosotros mismos y al mundo entero, resulta de toda lógica que se tengan las condiciones para que la actividad agrícola y ganadera se desarrolle con seguridad, cumpliendo estándares que le permitan su sostenibilidad. En ese contexto, no se puede entender que se quiera frenar ese desarrollo alimentario poniendo trabas a partir de ciertas iniciativas legales, que la experiencia comparada con Europa ha demostrado que, al final, el mayor precio -con regulaciones que no apuntan en la dirección correcta-, lo terminan pagando los consumidores. Tenemos que sumar que además no existen en la actualidad incentivos para que las nuevas generaciones se queden en el campo. Este conjunto de factores genera un panorama preocupante y en lugar de aprovechar un potencial de producir alimento para el mundo, terminemos importándolo.
Algo parecido ha ocurrido con la salmonicultura, una de nuestras principales industrias del país. No sólo se ha visto amenazada este año, primero por la Ley SBAP y luego por las indicaciones de la misma; sino que por la incertidumbre e incerteza jurídica que son los mayores frenos a la inversión. Sin embargo, también observamos con beneplácito los recientes resultados del estudio elaborado por Gestión Social, Criteria y la Universidad Adolfo Ibáñez, sobre el mapa de confianzas de las industrias chilenas, que deja en buen pie a la salmonicultora, superando incluso a la industria del cobre. Pero lo más llamativo es que la valoración es más positiva en las zonas de influencia, que a nivel nacional (opinión muy contaminada por campañas comunicacionales que de verdad logran su mayor objetivo en quienes no conocen la realidad local). Lo que demuestra que uno valora de manera distinta lo que conoce y al conocerlo, no sólo se terminan ciertos mitos; sino que además se le quiere y defiende, como ocurrió en el sur, a propósito de la Ley SBAP.
Ahora, una cuestión similar sucedió con la “gente de mar”, a raíz de la Ley de Cabotaje.
Pese a lo anterior, hay quienes siguen enjuiciando a nuestras industrias. Seguramente porque no las conocen cabalmente y se han quedado con la imagen que proyectaban antaño. Pero hoy, no sólo son un aporte a la reactivación económica, generando empleo y dinamizando la cadena de valor de las economías locales; sino que además lo hacen respetando el medio ambiente y adoptando medidas para ser cada día más sostenibles.
Y similar compromiso tiene el turismo, el comercio o los servicios; porque entendemos que no hay desarrollo posible, sin el cuidado del entorno; lo que nos permitirá ser resilientes por ejemplo, y adaptarnos de mejor forma al cambio climático.
Ciertamente aún quedan muchos desafíos y espacios de mejoras para disminuir las brechas, pero estamos avanzando en la senda que los tiempos demandan; para estar a la altura de los mercados más exigentes, pero también del mercado interno; para responder a la esencia de lo que somos; ciudadanos de esfuerzo, de trabajo y de compromiso con nuestro entorno y su gente, gente del sur.
Que este 2024 nos permita consolidar lo avanzado, acortar las brechas existentes, elevar los estándares y hacer de nuestro sur y sus industrias, un mejor lugar para vivir y trabajar para todos, sin excepción.