Por: Mg. Aracely Rojas Becerra, Profesora de Violoncello, Casa de las Artes Universidad Austral de Chile Sede Puerto Montt.
La cultura como concepto que constituye al ser humano remite en líneas generales a los modos de pensamiento y estilos de vida adoptados por individuos y grupos que conforman una comunidad. Sin embargo, desde la perspectiva de las ciencias sociales, la cultura se puede definir como el conjunto, o conjuntos, de modos de producción, circulación, intercambio y consumo de símbolos, imágenes, narrativas, ideas y valores que determinan la cosmovisión y las formas de acción personales y colectivas de una sociedad en específico. De este modo, las bellas artes y las artes populares, al igual que la publicidad, el cine y la televisión, entre otras, resultan manifestaciones concretas que reflejan el sistema de percepciones, conceptualizaciones y valoraciones que constituyen una época o un pueblo en particular (Araujo, 2009)
Partiendo de lo anterior, ¿resulta apropiado mantener el eslogan de “llevar cultura” como etiqueta vital de las distintas actividades en torno a manifestaciones artísticas que se realizan en espacios geográficos alejados de los centros urbanos más poblados o capitales? ¿Qué significa “llevar cultura”?
Estas interrogantes que han formado parte de conversaciones recurrentes en algunos profesores de la Casa de las Artes de la Universidad Austral de Chile Sede Puerto Montt, permitió que ante la propuesta de viajar a lugares apartados de la Región de Los Lagos, especialmente hacia la Península -diferentes localidades de la Provincia de Palena-, tres profesores (Edgar Girtain, Daniel Cárcamo y Aracely Rojas) se trasladaran con la única expectativa de brindar música, intercambiar ideas y conocimientos con la gente y mostrar que tal vez Telemann, Bach o Salinas también forman parte de aquello que los constituye, siendo clásicos sonoros que pueden acercarlos, comunicarlos, e incluso llevarlos más allá de su cotidianidad.
Esta música desconocida y en algunos casos muy antigua logró resonar con la gente, justamente porque a siglos de su nacimiento aún hace posible un encuentro entre los seres humanos. Más allá del hecho de que concurran al mismo espacio físico en el que se ubica la muestra artística, en el caso particular de la música su presencia se hace patente porque es sometida al escrutinio de la escucha cada que vez que es interpretada. Ante la expectativa, en este acto común de escuchar, todos buscan vincularse, encontrarle sentido a esos sonidos que van apareciendo y justamente esa búsqueda es lo que le da vida a obras compuesta siglos atrás. Como expone J.M Coetzee la música se convierte en un clásico porque “emerge inerme del proceso de ser puesta a prueba cada día” (p.p.28).
Pero, esto último no ocurre sólo en el que escucha. Como intérpretes cada puesta en escena constituye una prueba que replantea constantemente el sentido del acto de hacer música. Si bien es cierto, que la música puede erigirse como un regalo que muestra la belleza en lo cotidiano o extrañeza de la realidad, también puede generar incomodidad. Por ende, como vehículos de exposición musical la tarea que nos impulsa es poder generar experiencias, inquietudes, lo que significa estar abiertos a nosotros mismos y al mundo a través del acto de escucharnos.
Así, al recorrido musical realizado por los territorios de Ayacara, Poyo, Huequi Sur y Huequi Norte, y Chumeldén abrió la posibilidad de presentar sonoridades a los habitantes de estas zonas, tanto en sus centros comunales e iglesias como en sus centros educativos (Liceo Peninsular de Ayacara, Escuela de Reldehue, Escuela Rural Hueque y Escuela de Buill).
Ante la expectativa que significaba la presencia de músicos “afuerinos”, como emisarios sonoros la música se manifestó de tal modo que el sonido desconocido de un violoncello pudo significar para los más pequeños un violín bajo el agua…
Más que “llevar cultura”, llegar a estos espacios significó abrir un horizonte de enriquecimiento mutuo, dirigir los sentidos de todos los involucrados para percibir el mundo y su cotidianidad con mayor apertura…
Agradecemos a todos los(as) que hicieron posible este viaje y este encuentro especialmente a: Agrupación de Feriantes Creciendo Juntos- Península de Comau, Carola Cohen, Gertrudis Gutiérrez, Cecilia Montesinos, María José Galeguillos, Cristian Navarrete y Juan Alvarado Torres. Esta experiencia se convirtió en una de las más esperanzadoras de este 2023.