Las prácticas restaurativas tienen sus inicios en la llamada justicia restaurativa, una forma de ver la justicia penal que pone el énfasis en la manera en cómo el delito daña las relaciones entre las personas que viven en comunidad. Como contraposición a la justicia retributiva, centrada en esclarecer quién es el culpable y ponerle una sanción, la justicia restaurativa busca reparar el daño y restaurar las relaciones, dado que se basan en el respeto a la dignidad de todas las personas afectadas por el delito y porque se prioriza el tratamiento de las necesidades de los participantes.
El Instituto Internacional de Prácticas Restaurativas (IIRP), ha desarrollado un marco conceptual para la práctica y la teoría que amplía el paradigma restaurativo, más allá de sus orígenes en la justicia penal, al tratamiento de los conflictos con los que nos encontramos en cualquier organización o grupo humano. Uno de los pilares del trabajo del IIRP es la aplicación de las prácticas restaurativas en el ámbito educativo.
En ese sentido, las prácticas restaurativas son un enfoque que se centra en la construcción y mantenimiento de relaciones saludables, así como en la resolución de conflictos de una manera que promueva la comprensión, la empatía y la reparación. Al respecto, Ramírez (2019) ¨la escuela es un escenario que refleja la sociedad real y constituye un poderoso elemento de cohesión social. Es ineludible la prevención y gestión de los conflictos a partir de la implementación e innovación de métodos que aporten soluciones diferentes¨ (p. 169). Es decir, enfatiza en las distintas estrategias desafiantes que las escuelas deben desarrollar para contrarrestar las diversas formas de conflicto.
Es entonces donde estas prácticas restaurativas constituyen un abanico de herramientas que permiten prevenir, detectar, gestionar y resolver las situaciones de conflicto en diferentes ámbitos (familiar, educativo, social, laboral, entre otros) para mejorar la convivencia y reforzar los vínculos afectivos entre las personas afectadas por estas situaciones. Podríamos decir que las competencias sociales y emocionales están en el centro de los procesos restaurativos. En palabras Rocha-Tayupanta y Quito-Esteves (2023) ¨son una propuesta de y para la comunidad que proporciona herramientas para que pueda cuidarse de ella misma¨ (p. 594).
Las prácticas restaurativas se basan en una perspectiva comunitaria de la convivencia, en la que la relación entre las personas constituye el elemento vertebrador. Unas relaciones en las que la cooperación, el conocimiento de los otros, el respeto y la preocupación por su bienestar son elementos fundamentales, así como también lo es la conciencia sobre cómo nuestro comportamiento afecta al bienestar o malestar emocional de las personas con las que convivimos. Tal como Hopkins lo llama pedagogía restaurativa, está orientado a fortalecer las relaciones, reparar el daño, intentando evitar que se repita el conflicto en el futuro.
Si las escuelas adoptan los modelos restaurativos, tendrán como consecuencia que los y las estudiantes que participen en estos procesos aprendan a buscar soluciones a través del diálogo y la negociación, logrando la reconciliación y el reconocimiento de responsabilidades, mejorando sus relaciones interpersonales, gestionar de forma dialogada y participativa sus conflictos, creando un clima favorable y reforzando los valores y estrategias propios de una convivencia democrática.
Las prácticas restaurativas que se pueden utilizar en el ámbito escolar para evitar los conflictos pueden, al menos, estas cinco prácticas: la escucha activa, las expresiones afectivas, los diálogos restaurativos, las reuniones informales y los círculos restaurativos. Por ello, se busca que los y las estudiantes se apropien de estas prácticas restaurativas para que solucionen sus conflictos de una manera asertiva y no violenta.
A pesar de la gran variedad de prácticas restaurativas que existen, las más utilizadas son los círculos restaurativos. Parte de la idea base es que todos los miembros de la comunidad tienen interés en la resolución del conflicto y por lo tanto todos son invitados a participar.
Esto ayuda mucho en las escuelas que presentan manifestaciones violentas; el implementar los círculos restaurativos les brinda la oportunidad a los maestros generar un clima de seguridad y confianza al interior de las aulas, para que sus estudiantes manifiesten de forma libre sus inquietudes o posiciones frente a las situaciones presentadas.
Así pues, los círculos restaurativos, permiten a los participantes expresar sus opiniones respecto a la situación ocurrida, con un fin restaurativo para las partes involucradas.
En síntesis, estas prácticas resultan una opción asertiva diferente a la forma común en que las escuelas resuelven los conflictos del alumnado recurriendo a mecanismos tradicionales asentados en la imposición y el poder. Los círculos restaurativos u otras prácticas restaurativas en las escuelas, no solo se estarán solucionando conflictos, sino que también se estará evitando que muchos de ellos escalen a violencia o instancias judiciales fuera de la escuela.
Herardo Fabián Andrade Santana
Jefe de la Unidad Técnica Escuela Claudio Matte de Frutillar
Dr. En Educación