Por Fabián Aguilera Barraza, docente de carrera Nutrición y Dietética de la Universidad Santo Tomás Puerto Montt.
En todas y cada una de las etapas de la cadena alimentaria, desde la cosecha y producción hasta el consumo, hay alimentos que no llegan al destino previsto: consumo humano. Técnicamente, esto se ha definido como Pérdidas y Desperdicios Alimentarios (PDA), conceptos aplicados según el contexto: “Pérdida” si ocurre desde la cosecha a los mercados mayoristas, o “desperdicio” si ocurre desde los minoristas al consumidor final.
A nivel mundial se reportan más de 900 millones de toneladas de PDA con más de un 60% de éstas producidas en los hogares. Esto implica que un tercio de la producción destinada al consumo humano no cumple con este propósito, lo que repercute negativamente tanto a nivel socioeconómico, como nutricional y ambiental.
El incremento de las PDA no sólo disminuye la disponibilidad de alimentos, sino también aumenta la inseguridad alimentaria e incrementa los problemas nutricionales en cuanto disponibilidad y calidad, reduce el rendimiento de las inversiones, propicia el aumento de precios, retarda el desarrollo y dificulta el progreso. Además, favorece la generación de gases efectos invernadero y se autoimpone el uso no sostenible de recursos requeridos para la producción futura.
Aunque no existen datos comparativos suficientes ni concluyentes respecto de la composición de las PDA entre países desarrollados y en desarrollo, el volumen de PDA demuestra que hay suficiente pérdida y desperdicio para que los enfoques circulares u otras estrategias de minimización sean relevantes.
La FAO se ha propuesto para el 2030, en términos de Objetivos de Desarrollo Sustentable, disminuir a la mitad los desperdicios y disminuir las pérdidas a lo largo de la cadena productiva. Esto requiere tanto de macro acciones, principal pero no exclusivamente asociadas al (re)diseño eficiente y eficaz de los sistemas de cosecha, cultivo, producción y distribución, como de micro acciones a nivel de consumidor, asociadas tanto a la educación y concientización respecto del uso de las PDA en beneficio del ser humano.
Con relación a las acciones a desarrollar a nivel de consumo, cabe destacar la existencia de numerosa evidencia científica respecto de la composición química de las PDA y su valorización, particularmente de frutas y verduras tales como cáscaras de plátano, manzanas, cítricos, zanahorias, papas, zapallos y paltas, entre otras, cuyas propiedades nutricionales son tanto o mejor que la de la pulpa de los productos que son lo que habitualmente se consume.
Y dada esta evidencia ¿por qué no consumirlas?