Si mi perro me hablara, ¿qué me diría?
Históricamente, el ser humano ha intentado descifrar el lenguaje de los animales por una variedad de razones, las que van desde la capacidad de prever sus comportamientos hasta comprender las dinámicas de sus relaciones intraespecíficas. Esto ha dado lugar a estudios científicos, avances tecnológicos e incluso ha inspirado producciones cinematográficas como «La vida secreta de mis mascotas», que nos sumerge en un universo donde todas las especies, excepto la humana, se comunican a través de un sistema común.
Hace unos días una noticia ejemplificó este afán humano: la organización Earth Species Project (ESP) presentó un proyecto innovador que podría transformar nuestra relación con las mascotas: una aplicación de traducción para perros y gatos impulsada por la Inteligencia Artificial (IA)”. Aunque esta tecnología no busca primariamente permitirnos «hablar» con nuestras mascotas, es probable que, de forma secundaria, pueda facilitar una mejor comunicación. Pero ¿qué implicaciones tendría esto en las relaciones entre especies?
En terapias de trastornos conductuales de perros y gatos, es fundamental fortalecer el vínculo entre los dueños y sus mascotas, donde la comunicación efectiva desempeña un papel crucial. La buena noticia es que hoy en día, con o sin Inteligencia Artificial, podemos comunicarnos efectivamente basándonos en la interpretación mutua de señales como el lenguaje corporal, vocal y táctil. Sin embargo, lograr esta comprensión requiere consciencia, trabajo y paciencia. Entonces, ¿por qué necesitaríamos la IA? ¿Acaso alguien que tiene una buena relación con su mascota no es capaz de interpretar su lenguaje? Personalmente, lo dudo.
Quizás el punto clave radica en una frase de “El Principito”, la novela de Saint-Exupéry: «No se ve sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos». En mi experiencia, los animales de compañía se comunican constantemente con mensajes simples, pero poderosos. Transmiten amor incondicional, expresan su incomodidad cuando nos alejamos y celebran nuestra presencia con una felicidad desbordante. Nos piden comprensión, nos invitan a vivir el momento y nos muestran su disposición para reconciliarse cuando nos enojamos. ¿Podría la IA ofrecer información diferente?
Sería ingenuo pensar que este proyecto no generaría cambios. Los animales, en general, tienen mucho que enseñarnos, y cuando puedan «hablar claro» no podremos ignorar su mensaje. Quizás esto podría transformarnos en mejores personas, aunque también sugiere una duda inquietante: ¿qué sucedería si pudiéramos entender lo que una vaca está expresando al ingresar al matadero? ¿seguiríamos siendo las mismas personas si pudiéramos comprender en nuestro lenguaje el sufrimiento animal?
Pablo Gómez
Académico Veterinaria USS