Todo está Relacionado: ecología integral

Por Dra. Esther Gómez de Pedro, directora nacional de Formación e Identidad Santo Tomás.

 La vida en la ciudad dificulta el necesario contacto con la naturaleza, cuya degradación tiene funestas consecuencias en el ecosistema y en los habitantes de esa “casa común”. Lo más triste es que, en buena parte, somos responsables de eso por malas decisiones originadas en un mal uso de nuestra libertad, con lo es apremiante reflexionar sobre la “ecología integral” que atiende a la estrecha relación entre la vida y el ser humano y que es el tema del 20 Congreso de Católicos y Vida Pública de la Santo Tomás.

El 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente desde el año 1973, tema de congresos, acciones y abundante literatura, a la que se suman los recientes y actuales escritos del Papa Francisco Laudato si y Ladato Deum, continuando la línea de sus predecesores. Francisco afirma con fuerza “que todo está relacionado, y que el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás” (Laudato si, 70). No vamos por caminos separados, sino absolutamente interdependientes.

El llamado a cuidar la creación no es opcional, sino un mandato que resuena en toda conciencia humana abierta a la verdad profunda. Si está iluminada además por la luz de la fe, entonces descubrimos la naturaleza como creación y en cada criatura un “reflejo” o “vestigio” de Dios que la creó sacándola de la nada. Descubrir en cada criatura la huella de su autor nos permite, por un lado, valorarla y, por otro, intuir que entre ellas ha de darse una relación de orden y armonía: “se dice que en este mundo hay unidad y armonía en cuanto que unas cosas están ordenadas a otras. Todas las cosas que provienen de Dios están ordenadas entre sí y también al mismo Dios” (Tomás de Aquino, Suma Teológica).

Este orden exige ser respetado no sólo para promover el equilibrio entre las especies, sino porque lleva en sí una vocación sublime a la que se refiere el Papa con el canto de las criaturas de San Francisco: alabar a Dios y gozar de Él. Esa armonía las acerca a su perfección, que, en grado pleno, es El Creador mismo, Dios, aunque cada una lo alcanza según su naturaleza. De ahí que, como “criaturas racionales”, tengamos una gran responsabilidad sobre esta “casa común”, en palabras del Papa. Al ser creados a imagen y semejanza de Dios, poseemos la vocación especial de amar y amarnos al estilo de Dios. Esto exige dejar que la huella de Dios brille en sus criaturas, no adorándolas, pero sí respetándolas para que también ellas logren su fin y reduciendo en lo posible nuestro impacto negativo en ellas. No en vano, al que más se le da se exige más, pues hemos recibido el don de la vida y la vocación a cuidar de cada vida. Y eso, como expresa el profeta, por amor: “Con un amor eterno te he amado y, sacándote de la nada, te atraje misericordioso, hacia mí” (Jer 31, 3).