Por Nicole Vargas Vargas, docente de la carrera de Nutrición y Dietética de la Universidad Santo Tomás Puerto Montt.
En los últimos años hemos visto un aumento significativo de la prevalencia del trastorno del espectro autista (TEA), llegando en algunos estudios a 1 de 59 habitantes. Es muy probable que hayas escuchado de esta condición; el autismo, es un trastorno del neurodesarrollo caracterizada por la presencia de dificultades en la comunicación, interacción social y patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses, actividades y alimentación.
Siguiendo la línea alimentaria ARFID, Avoidant Restrictive Food Intake Disorder en sus siglas en inglés, y que en español significa Trastorno de Evitación y Restricción de la Ingesta de Alimentos, trastorno de la conducta alimentaria relativamente nuevo, que se encuentra incluido en el manual DSM-5. Para su diagnóstico existen señales de alerta como problemas de ganancia de peso, consumo menor a 20 alimentos, conflicto frecuente para alimentarse (llanto y conducta de escape al momento de comer), atragantamiento, tos y arcadas persistentes.
Con respecto al tratamiento nutricional en ARFID, varía de persona a persona y se debe iniciar con una evaluación nutricional integral y que, en algunos casos requiere, la toma de exámenes bioquímicos para evaluar deficiencias nutricionales. El enfoque nutricional está ligado a incorporar los diferentes nutrientes a través de diversas preparaciones, cambio de consistencias de los alimentos y técnicas sensoriales (estimulación de tacto, sabores, olfativa, visual, etcétera) y en ciertas ocasiones también se sugiere la suplementación nutricional.
Para el profesional nutricionista, es muy importante estar atento a las señales de alerta, ya que un diagnóstico oportuno de ARFID podría ser de gran ayuda para todo niño o niña y evitar posibles deficiencias nutricionales que podrían afectar su crecimiento y desarrollo neurológico. El paso que seguir luego de la detección de las señales es la derivación con un o una nutricionista especializado que trabaje con un equipo interdisciplinario: pediatra, terapeuta ocupacional, psicólogo y fonoaudiólogo, para un abordaje integral y manejo apropiado. De esta manera nos aseguraremos de que su crecimiento y desarrollo sea lo más adecuado y saludable posible.