Guillermo Tobar Loyola

Director Nacional de Formación Integral

Universidad San Sebastián

Las selfies son una expresión moderna que intenta servir como una forma de autoexpresión y de afirmación de la propia identidad. Permiten a las personas mostrar cómo se ven, cómo se sienten y cómo desean ser percibidas en un momento específico. Capturan la magia, el color, el movimiento y la perspectiva de una imagen que parece hablar por mil palabras.  La selfie, a pesar de su popularidad y su capacidad para capturar momentos en un instante, carece de un ingrediente fundamental que permita captar la esencia de nuestro ser más profundo. Aunque puede ser una herramienta para mostrar alegría, entusiasmo y experiencias memorables, la selfie por sí sola no puede reflejar el verdadero peso de nuestras vivencias, las luchas internas que enfrentamos, ni el crecimiento personal que atravesamos.

A diferencia de la profundidad de la experiencia humana que va con nosotros a donde vamos, la selfie es un fragmento superficial que puede enseñar lo que somos, pero también ocultar lo que tememos; aunque puede brillar en la luz del momento, no tiene el poder intrínseco de iluminar los rincones más oscuros de nuestra existencia. No importa cuán bien se posicione la cámara, cuántos filtros se apliquen, ni cuántos emojis sonrientes se agreguen; la imagen capturada puede ser una representación externa de lo que valida o invalida lo queremos mostrar al mundo.

Por ello, el verdadero ingrediente que falta en una selfie es la “humanidad” del protagonista: su vulnerabilidad y autenticidad. La selfie puede capturar un momento significativo, pero no puede comunicar la complejidad y la profundidad de la experiencia humana. Las emociones y las historias que llevamos dentro, nuestras luchas internas y el verdadero significado detrás de nuestros actos, no se pueden reducir a una imagen estática. El mayor complemento a la imagen externa que capturamos en una selfie está en la imagen interior que las humanidades nos proporcionan.

A través de la filosofía, la literatura y otras disciplinas, podemos explorar nuestra identidad más allá de la epidermis y comprender nuestra verdadera esencia. Las humanidades nos proporcionan el conocimiento necesario para enfrentar nuestras luchas internas y vivir una vida más auténtica. Conocerse a uno mismo es el primer paso para descubrir nuestras capacidades y el valor intrínseco que poseemos como seres humanos. Sócrates, afirmaba que “una vida no examinada no merece ser vivida” y Aristóteles, por su parte, subrayó que “el hombre más poderoso es aquel que es totalmente dueño de sí mismo”. La capacidad de dominar nuestras pasiones y entender nuestros deseos es crucial para tomar decisiones sabias y evitar errores repetidos. ¡Vivan las selfies! si en sus colores y formas capturan un sutil guiño de nuestra imagen interior. ¡Vivan las selfies! si reflejan genuinamente lo que somos a pesar de un mal enfoque. ¡Me gusta!