Por Juan Carlos Alvial Vargas, docente de Formación e Identidad Santo Tomás Puerto Montt.

Pensar sobre la educación siempre es un tiempo ganado, ya sea para mirar hacia atrás, proyectar el quehacer propio y/o analizar la formación de los educandos; y, qué mejor cuando se cumplen dos décadas formando profesionales en nuestra zona sur, como es el caso de la sede de la Universidad Santo Tomás en nuestra ciudad – puerto.

Aportar a la educación de jóvenes y adultos de una capital regional, siempre es un desafío, partiendo desde la vocación universal de la Universidad, así como la de una lectura adecuada de los desafíos e innovaciones que necesita nuestro país.

Esta institución que sienta sus principios educativos en la doctrina de Santo Tomás de Aquino ha entregado una base intelectual y moral a miles de jóvenes de clases medias, transformándose, así, en una Universidad que se caracteriza por la movilidad social, rompiéndole “la mano al destino”, forjando en numerosos casos, a los primeros profesionales de muchas familias.

A pesar de estar hablando de una ciudad que es capital regional, aún hay desafíos para reconocerla en toda su complejidad, como una urbe universitaria, mas se debe considerar que esta Universidad es una puerta para que alumnos de ciudades y regiones cercanas acudan a sus aulas a completar la formación terciaria. En otras palabras, la UST se ha transformado en una alternativa para formar integralmente en todo el sur de Chile, por qué no, proyectar la ciudad universitaria.

De igual manera, merece reconocimiento la construcción empírica y analítica del concepto de investigación aplicada, en diálogo permanente con la educación, la industria y el territorio, generando una posibilidad de crecimiento bi – direccional entre la ciudad – puerto y la UST.

La reflexión sobre la Universidad debe llevarnos a salir la tentación del ostracismo intelectual, la burocracia institucional y de “hablar en difícil”, es más debería ser una exigencia compartir el saber con la comunidad, generar espacios de discusión abierta y forjar una mejor calidad de vida para los habitantes de este territorio, volviendo al origen de la Universidad, espacio “donde todas las verdades se tocan”, pero, también abiertos a las diversas exigencias y manifestaciones de los tiempos, propias de la técnica.

La vocación universitaria contempla, allende a las labores académicas, una misión moral, es decir formar buenos ciudadanos que contribuyan al desarrollo social, sobre todo hoy, cuando imploramos un alto estándar ético de las autoridades, para entregar un ethos virtuoso a los espacios públicos, el mundo privado y las diversas profesiones, en las cuales tiene a su alcance la Universidad Santo Tomás.

Que estos veinte años sean un aliciente para seguir formando profesionales integrales, embajadores del sello tomista, capaces de innovar desde su profesión y aportar al crecimiento de la ciudad – puerto y las diversas locaciones de origen de sus estudiantes.