Por Pamela Barría Velásquez, docente de la carrera Técnico en Educación Parvularia, 1° y 2° Básico del Centro de Formación Técnica Santo Tomás Puerto Montt.

En tiempos anteriores la forma de educar parecía cumplir con los requerimientos de quienes eran educados; hoy los tiempos han cambiado y las demandas en las aulas son cada vez mayores, es por ello que el rol de los profesores es cada vez más exigente, requiere formación constante, adaptación a las nuevas necesidades, actitud de superación ante el desafío y orientación al logro; esto con el propósito de que sus estudiantes puedan aprender con sentido y valores, y que ese aprendizaje se transforme en una vivencia  significativa para su vida.

Luego de la difícil experiencia de vivir una pandemia, que impactó a nivel mundial, los niveles de divergencia se hicieron más visibles, más expuestos y menos comprendidos. Hoy los tiempos han cambiado y nos encontramos con muchos estudiantes con características de esa naturaleza; en todos los niveles educativos que abarca el sistema chileno. Dar respuesta no es fácil, pero si queremos formar seres humanos en su integralidad, el compromiso del educador es parte de esa tarea; frente a la cual no podemos claudicar.

Hoy por hoy, debemos ver las diferencias como oportunidades de crecer de manera colaborativa, en contextos respetuosos, pertinentes, acogedores y que convoquen a una real democratización de la educación. Para ello, la formación de quienes educan es de vital importancia, pues hay que derribar mitos y paradigmas de una educación formal de antaño, que por lo demás no responde a las reales necesidades de la población estudiantil actual.

De igual forma, la literatura pedagógica nos muestra que existen diversos estilos de aprendizaje, como diversas formas de responder a ellos; es así como nos entrega herramientas efectivas para ser aplicadas en contextos educativos, donde los ambientes de aprendizaje propicien y otorguen instancias para que todos y todas, puedan aprender bajo el marco del respeto a sus ritmos y características propias. Hay que tener presente que las responsabilidades de educar son compartidas, donde un rol fundamental lo realiza la familia y por otro lado quienes hacemos academia, entregamos herramientas que le permitan al estudiante enfrentarse al campo laboral, no solo manejando su disciplina, sino habiéndose formado también en lo humano.

Hemos de considerar y no olvidar, como docentes; que todos los estudiantes deben tener las mismas oportunidades para crecer, y la educación es la herramienta fundamental que permite responder a los contextos sociales, que por lo demás han evolucionado de tal manera, que los sistemas se han quedado al debe en la generación de nuevas formas de enseñar, situación que cada vez será más evidente, demandante, donde el compromiso de quien educa cobra un valor inconmensurable. El compromiso es un valor, que ha de mantenerse ante las dificultades; es más, debe ser el motor para la mejora constante y continua, pues la divergencia llegó para quedarse y clama para ser atendida.

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