Hace algunos meses para homenajear a la científica chilena María Teresa Ruiz cree, tímidamente, un twitter dedicado a ella que se llama “Mujeres para la ciencia” @mujeresyciencia
La idea original era subir diariamente algún artículo de prensa dedicado o enfocado en alguna científica y además publicar las efemérides del día: nacimiento, defunción, o cualquier aniversario importante que dijera relación con la contribución de las mujeres a la ciencia.
Bueno, como suele ocurrirme con lo que más me gusta que es investigar, cada día me fui involucrando más con el tema y, lo que en un comienzo me tomaba un par de minutos hacer, hoy me significa varias horas de trabajo nocturno en detrimento de mis horas de sueño.
Pero no es de mi de quién quiero hablar, sino de las cosas sorprendentes que he ido aprendiendo y descubriendo en este tiempo. Por ejemplo que la Enciclopedia Británica publica diariamente entre 130 y 160 perfiles de personas que nacieron o fallecieron en una fecha determinada, sin embargo de ese total un porcentaje mínimo corresponde a mujeres, muchas de las cuales, a mi juicio no deberían ni siquiera aparecer.
Me refiero por ejemplo a algunas ex primeras damas estadounidenses cuyo único mérito consistió en ser la “mujer de”, y peor aún perfiles de famosas meretrices cuyo merecimiento está dado por haber sido la amante de algún rey o de algún personaje relevante. Eso me molesta porque hasta ahora no he descubierto biografías de hombres que sean destacados por haber sido el “marido de” ni menos amantes de alguna fémina importante.
Descubrí también que existen algunos diccionarios científicos femeninos a los que es posible acceder y que hay un grupo de mujeres que está trabajando en Wikipedia e incorporando diariamente biografías de mujeres dedicadas a la ciencia tanto en el pasado como en la actualidad, entre las que destacan Temple-Wood y Jessica Wade.
Sin embargo, sería injusto culpar solamente a los medios escritos u online de esta notable ausencia o más bien dicho de esta invisibilización que perjudica a las mujeres.
No hablaremos de los Premios Nobel ni de las injusticias que en su nombre se han cometido, porque nos ocuparía demasiado tiempo, por lo que baste con citar el caso de Jocelyn Bell Burnell, la astrofísica a la que no le dieron el Premio Nobel por ser mujer y estudiante como destacó hace poco la cadena BBC (https://www.bbc.com/mundo/noticias-42199440) que merece un especial reconocimiento porque lleva un buen tiempo rescatando a grandes investigadoras del más absoluto anonimato.
Por otra parte, más allá de saber que casi siempre han sido hombres los que han estado a cargo de la mayoría de las publicaciones, lo que tampoco pretendo abordar acá, si puedo afirmar que en este mundo editorial como en tantos otros, se olfatea en el aire una cuota importante del ya conocido machismo.
Pero lo que sí no sabía es que muchas mujeres brillantes no han sido reconocidas, pues literalmente han estado durmiendo con el enemigo….y ellas, lamentablemente quedaron ocultas bajo sus frazadas, o entre escobas, ollas y pañales como amas de casa.
El Dr. Robert K. Merton, quien fue profesor de Sociología de la Ciencia en Harvard, en Tulane y en la Universidad de Columbia y quién describió el “efecto Mateo”, que respecto a la investigación científica, consiste en que los autores más celebres son siempre los más citados en un determinado tema, y que como conclusión señalaba que para lograr una mayor visibilidad es más importante asumir un determinado papel que el trabajo mismo que se ha realizado, al darlo a conocer estaba también comportándose como un perfecto Mateo respecto a la, por entonces, joven investigadora Harriet Zuckerman, que fue quien originalmente describió el fenómeno en su tesis de grado; que solamente apareció mencionada al pie de página de la publicación de Merton y …quien más tarde se convirtió en su esposa.
Claire G. Jones en su libro “Domesticity in the Making of Modern Science” dedica el capítulo titulado “Las tensiones de la ciencia casera en el trabajo de Henderina Scott y Hertha Ayrton”, a las condiciones en que trabajaron estados dos científicas británicas en relación a su pares masculinos. El entorno doméstico en que investigó Henderina, sin duda, poco tenía que ver con la ciencia profesional que podía desarrollar su marido, el también científico Dukinfield Henry Scott, que trabajaba en el Laboratorio Jodrell, en los jardines imperiales de Kew. Por lo demás el factor credibilidad también se hacía presente, ya que los hallazgos producidos utilizando espacios y equipos especialmente diseñados para investigar resultaban bastante más creíbles que aquellos obtenidos experimentando en el hogar, utilizando equipos improvisados, y atendiendo en paralelo los deberes domésticos.
No es de extrañar entonces que las mujeres fuesen vistas y descritas como amateurs tanto por las academias como por los científicos de elite, reforzando así su posición marginal y su ausencia posterior en los medios especializados.
Respecto a Henderina resta por decir que es más fácil encontrar información buscando por Mrs D.H.Scott (señora de Dukinfield Henry Scott) que por su nombre ya que así aparece mencionada incluso en los trabajos publicados por su marido que ella, amorosamente ilustró. ….