En los últimos días celebramos la Semana de la Educación Parvularia y con ello, a los y las profesionales que aportan al desarrollo de este nivel de educación en el país, lo que tiene un impacto significativo en la vida de miles de niñas y niños. A lo largo de la historia, el nivel de educación parvularia ha transitado hacia un progresivo reconocimiento e interés, alcanzando espacios de valoración que han permitido enfocar políticas públicas emergentes en esta materia.
En Chile, los avances significativos se reflejan desde la ratificación de la Convención de los Derechos del Niño y la Niña en 1990, a la promulgación de legislación y normativas que buscan formalizar y estructurar de mejor manera este nivel educativo. Un ejemplo de esto ha sido la Ley 20.835 del 2015, que marcó un momento histórico con la creación de la Subsecretaría de Educación Parvularia y la Intendencia de Educación Parvularia, estructurando una nueva institucionalidad técnica y política, que busca resguardar y orientar el nivel.
Por otra parte, la educación parvularia se ha consolidado al contar con marcos referenciales curriculares propios y creados específicamente para la primera infancia con sus características particulares, focalizando a los niños y niñas como sujetos de derechos en un contexto educativo inclusivo y de calidad. Es así, como la actualización de las Bases Curriculares de Educación Parvularia (2018), la elaboración del Marco para la Buena Enseñanza (2019) y la creación de los Estándares Indicativos de Desempeño (2020), fortalecieron el nivel educativo en los diferentes ámbitos de gestión.
Asimismo, los avances y aportes de la ciencia han permitido visualizar el impacto que tiene la educación en los primeros años de vida, siendo un periodo esencial y significativo para los futuros aprendizajes de nuestros niños y que marcará el crecimiento y desarrollo de sus habilidades socioemocionales y cognitivas.
En estos tiempos, es necesario relevar a la Educación Parvularia como base del sistema educativo nacional, promoviendo de manera oportuna y sistemática una educación integral, movilizando los aprendizajes, habilidades, actitudes y conocimientos de los niños y niñas desde su nacimiento. Pero principalmente es un deber reconocer, valorar y agradecer a todos quienes son parte de esta bella labor; educadoras de párvulos, agentes educativas, auxiliares de servicios, asistentes administrativas, manipuladoras de alimentos y todos quienes contribuyen con su trabajo, esfuerzo y corazón, a entregar una educación parvularia de calidad.
Esta labor educativa es una tarea de todos –incluyendo a las familias en su rol de primeros educadores- y que se realiza diariamente en espacios formales e informales. Por lo cual, debemos de resguardar y velar por la seguridad y bienestar de nuestros niños y niñas, para que puedan el día de mañana tener las mismas oportunidades, desplegar al máximo sus capacidades y por sobre todo, entregarles todo el amor y resguardo, para que en un futuro podamos vivir en un país más justo, inclusivo y democrático.