La vida de Benedicto XVI se fue apagando suave y discretamente, como siempre quiso vivir, hasta que salió al encuentro de su amado Jesucristo el 31 de diciembre del 2002. Su legado sigue aún vigoroso y, en muchos casos, por descubrir. Mientras que su vida se ha caracterizado por una actitud de esperanza y anhelo, de estudio y cátedra universitaria, y a la vez de labor pastoral. Asimismo, su camino fue humilde pero grande a la vez. Humilde porque se sabía criatura, y grande porque se sabía amado por un Dios que “mira su humilde siervo”.
En los inicios de su camino, era un sencillo seminarista que se formó y estudió en la posguerra mientras profundizaba en la belleza de la liturgia y se dejaba seducir por la fuerza existencial de San Agustín. Desde entonces supo siempre equilibrar su inquietud intelectual y su carrera académica y pastoral. Posteriormente, la sorpresa de su elección como Papa Benedicto fue para él un nuevo paso en su misión de “colaborador de la verdad”, sólo que esta vez desde el centro de la cristiandad. Su unión con Dios, en equilibrio con sus tareas pastorales, le dieron la fuerza para acometer con toda la energía de un hombre de 78 años, la misión de guiar la barca de Pedro. La luz pascual que brilló en su nacimiento adquirió mayor fuerza al asumir libremente su renuncia, vida en la que, como fiel colaborador de la verdad y en íntima relación con Cristo, ha esperado confiado y entregado hasta el culmen: la Pascua eterna.
De forma humilde, como siempre quiso vivir, nos dejó para acompañarnos de otra manera. Su vida discurrió así, transida de esa luz y de una actitud de confiada espera que ha sabido transmitir a muchos, a través del contacto personal o de sus obras. Cuantos hemos tenido la gracia de verlo, saludarlo o conversar con él, hemos percibido en su mirada y en sus gestos la paz que procede del amor de Dios y de proyectar ese amor en los demás en la atención especial brindada a cada persona. Navidad eterna de la que goza con Aquel por quien vivió, estudió, escribió, predicó, sufrió y amó. Gracias por siempre, Papa Benedicto XVI.
Esther Gómez
Directora Nacional de Formación e Identidad, Universidad Santo Tomás
Miembro de Nuevos Discípulos de Joseph Ratzinger / Papa Benedicto XVI