El acto de roncar, comúnmente trivializado en nuestra sociedad, es en realidad una señal de alarma que no debemos ignorar. La perturbación en la calidad del sueño que el ronquido representa puede ser la antesala de serios trastornos físicos, psicológicos y emocionales. Estas alteraciones tienen un impacto directo, no sólo en la dinámica familiar y de pareja, sino también en la esfera laboral, un ámbito donde la alerta y la concentración son cruciales.
Considere, por ejemplo, profesiones que demandan una atención inquebrantable y una habilidad precisa, como la conducción de vehículos o el manejo de maquinaria pesada, el manejo de sustancias peligrosas, u otras tareas de riesgo como desempeñar tareas en altura. En estos entornos, la apnea del sueño —a menudo anunciada por el ronquido— no sólo reduce significativamente la calidad de vida del trabajador, sino que también incrementa exponencialmente el riesgo de accidentes laborales, pudiendo llegar a ser fatal.
Es más, una apnea sin diagnóstico ni tratamiento aumenta a casi cuatro veces la posibilidad de sufrir un accidente cerebrovascular, mientras que los ronquidos afectan al 57% de los hombres y 40% de las mujeres, según estudios internacionales. Este no es un «mal menor» sino un tema de salud pública que exige nuestra atención y acción.
Es esencial que entendamos y difundamos el mensaje: roncar no es normal. Debemos abogar por la promoción de una cultura de prevención y un descanso adecuado, no sólo como un derecho humano básico, sino como una estrategia de salud ocupacional. Al hacerlo, podremos aspirar a entornos laborales más seguros, y también, productivos.
Mauricio Bustamante
Fundador de Clínica Somno