La semana pasada entró en vigencia la primera etapa de la ley de 40 horas, que reducirá la jornada laboral a 4 días, y durante su puesta en marcha, esta nueva normativa ha dejado en evidencia los desafíos que enfrentamos, tanto las empresas como los colaboradores, en la búsqueda del equilibrio entre productividad y bienestar.
De acuerdo a un estudio propio, donde participaron más de 10 mil trabajadores de Chile, Argentina, Brasil, Colombia y México, cuando se les preguntó a los entrevistados para qué usarían su eventual día adicional, las respuestas principales fueron: tiempo de calidad con la familia y amigos; descanso y relajación; trámites y tareas personales, y deportes y actividades recreativas. Todas actividades que apuntan a mejorar el bienestar, y cuya realización puede ser más frecuente si se trabaja bajo un modelo híbrido, que permita conciliar mejor vida laboral y personal.
Sin embargo, pese a que la evidencia es clara: la flexibilidad laboral ha permitido un mayor bienestar para los trabajadores, poco se ha hablado de los desafíos no resueltos en torno a esta flexibilidad, y justamente hoy que conmemoramos un nuevo Día Internacional de los Trabajadores, esta fecha coincide con la reciente implementación de la etapa inicial de la ley de 40 horas, proceso en el que ha aparecido el fantasma de problemas no resueltos.
Para las organizaciones no ha sido fácil, y por lo mismo, su adaptación será dentro de un plazo de cinco años hasta llegar paulatinamente a las 40 horas. Más allá de un día menos, es necesario entender que hoy nos encontramos ante un cambio de paradigma, una redefinición de nuestras relaciones contractuales con el trabajo. Hoy la mayor fuerza laboral del país, está compuesta por Millennials, una generación que creció usando tecnología y que desde pequeña entendió el poder de la ubicuidad y de la instantaneidad. Una fuerza laboral para la cual la flexibilidad es un mínimo, porque considera que puede trabajar cómo, cuándo y dónde sea.
Pero, ese “cómo, cuándo y dónde sea”, es un gran desafío para los empleadores. Lograr alinear las expectativas de los trabajadores y las empresas es sólo el puntapié inicial para alcanzar una adecuada jornada laboral de 4 días, donde la ecuación tiempo/bienestar/productividad logre estar resuelta y no resurja como un fantasma cada vez que nos acerquemos a una nueva disminución de horas durante los próximos cinco años. Resolver los flancos abiertos en torno a la flexibilidad, determinará el éxito o fracaso de la eventual semana laboral de 4 días.